martes, 26 de mayo de 2009

Esclavos (y libertos)

Escucha hombrecito


Hasta cuándo hombrecito
podrás vivir
con ese trozo de pan
y ese terror en la mirada.
Hasta cuándo hombrecito
le abrirás las entrañas
a tus salvadores,
quemarás a doncellas por brujas,
saldrás en procesión con Poncio Pilatos,
cenarás con Herodes.
Hasta cuando tu corazón
seguirá dormido
arrullado por nanas metálicas
enchufado a las máquinas.
Hasta cuándo, dime,
hemos de sufrir por ti,
y de vivir y de morir por ti,
para que abras esos ojos,
que tiran tejos a Lady Macbeth.
Hasta cuándo
te acostarás con la vara de mando
como una prostituta.
¿Hay esperanza para ti,
pequeño, útil, débil, hombrecito?



Esclavos y libertos, Premio Internacional Gerardo Diego, Santander 2000, Editorial cervantina

lunes, 25 de mayo de 2009

El parque de los Aliados

El Parque de los Aliados

El Parque de los Aliados se llama de otro modo.
Los aliados se fueron después de masacrar la hoja.
Hoy, ya nadie se atreve a pronunciar su nombre.
Ese parque servía para tomar el sol,
las hijas de Petersen, de la embajada sueca
dejaban sus melenas platino sobre la hierba.
Tu corazón como un soldado se alistaba
en la banda de los corazones solitarios.
Cruzabas la hierba azul, un pura sangre,
que el tiempo congelaba en la memoria.
Más allá el Hospital Central dictaba cartas
sobre la vida y la muerte desde afilados escalpelos.
Llegabas a la hora de la cena y yo reconstruía para ti
el puzzle misterioso de un hogar.
Ese parque servía, como todos los parques,
como todos los parques sin alianzas,
para decir regreso, después de atravesarlo.

Verónica Pedemonte, Cuando Europa era el mundo

La crítica de la razón pura

Una tarde cualquiera, donde todo lo obvio
parece imperceptible, llegaste de la náusea.
La crítica de la razón pura, el elogio
de Maquiavelo tamaño kissinger.
¿Qué diáspora esperaba después del té a las cinco?.
Después de la cicatriz y el escalpelo, después de Petersen.
Aquel sindicalista, de la hierba y las hijas,
baila tangos en Göteborg sobre la nieve.

V. P. Cuando Europa era el mundo

A través del espejo

Por donde pasan los héroes anónimos
destino a Normandía y sin carné.
Ningún invernadero de los Trapp,
Alpes, ni Suiza, donde evadir un peso.
Así, sin vos ni yo,
se hizo un vacío descomunal y supe
que al otro lado de la sombra había
la imagen doble de la cruz gamada.


Verónica Pedemonte, Cuando Europa era el mundo (Las Palmas 2006)

sábado, 23 de mayo de 2009

Juan Descalzo

INTRODUCCIÓN AL BUDISMO
(Clases de zen)

Y vino Juan Descalzo y me dijo:
Quédate un rato al lado de los pobres.
Viendo como no comen,
viendo como no lloran,
cómo no son felices ni infelices
con aquello que tienen o no tienen.
Hazlo ahora, ¡deprisa! .
Antes que sea demasiado tarde,
pase por ti la vida
en ráfaga cruel y te despoje
de cuerpo y de belleza.
Entra un rato y aprende
de los desposeídos.


Verónica Pedemonte (de Dulcinea en...)

Blancanieves en la Gran Manzana

Blancanieves en la Gran Manzana


Blanca como la nieve
era su alma,
no sabía
de la maldad que acecha
detrás de cada espejo.
Huyó de la madrastra
tenía un billete
para Nueva York.
Y mordió la manzana,
tuvo pronto
siete niños chicanos,
les dio la sopa
pobre cada día.
Del árbol de la ciencia
del bien y del mal
cayó una hoja con impuestos.
En el espejo roto
dos madrastras le dicen :
Siete años de mala suerte
no pasan enseguida.

Verónica Pedemonte, Gerardo Diego, Santander 2000, Editorial cervantina

De Dulcinea en Manhattan

DULCINEA DEJA LA LIRA


Yo amaba a la Lírica
como se ama a una bailarina del Bolshoi.
Por su cuello de cisne,
su cuerpo esbelto
y su mirada altiva.
Pero se acabó el baile y ahora debo
llevar la prosa a cabo
como feliz Aldonza.
Lejos el paraíso de lo etéreo.
Las estrellas del sueño de Huidobro.
Y ese cálido abrazo que me dabas
con diecisiete años.


Dulcinea en Manhattan, Kutxa Ciudad de Irún 2002

miércoles, 20 de mayo de 2009

Dulcinea deja la lira (siempre que sea necesario)

Pasaporte a la gloria


Yo hablo en otro idioma.
Cuando usted me dice:
- Esto a cambio de esto.
- Yo, esto, no lo vendo.
No entiendo, soy extranjera
cuando usted me dice:
- Algo, a cambio de algo.
-¿Puso usted su capital a renta fija?
Es verdad que no estuve en la Rue de Boulogne,
ni visité las noches de Cabiria.
Cuando usted me dice:
- Está bien ,se lo dejo más barato.-
No lo entiendo, yo, de Marruecos, sólo recuerdo el té.
Tampoco entiendo cuando usted me dice
la hora y el hotel,
y después a la gloria.
Quizá porque usted dice gloria,
pero yo escucho : Bosta de caballo.
Y eso que estudié idiomas,
lenguas romance, árabe,
lenguas anglogermánicas.
Sus palabras de oro,
no es que usted no pronuncie
con mucho estilo,
me entran por un oído
y salen por el otro, de latón.
No es que mi cerebro las oxide,
es que tiene un detector de metales,
y le chocan los idiomas extraños,
es xenófobo a las lenguas fenicias.


Verónica Pedemonte Esclavos y libertos , Gerardo Diego 2000, Editorial cervantina, Santander

lunes, 18 de mayo de 2009

El sur también existe

LA TUMBA DEL SOLDADO ( A Clarisa Pinkola Estés)

Hoy me he sentado a reírme del mundo.
Aquí, en París, en honor de mi padres,
que corrían bajo el aguacero en el 68.
Me he sentado a reírme con ganas
porque ya lloré sobre Santiago y cierra Chile,
los venerables ancianos van en silla de ruedas,
escupen en la tumba de Allende.
He tomado una hoja de hierba y un martini,
es una risa cool, elegante y pausada,
me dejé la aceituna sobre la tumba del soldado.
Me llamaban los héroes anónimos desde los mausoleos:
No des un paso más, dijeron. Observa las estrellas.
En aquella galaxia olvidada habitaban sus sueños,
sueños de amor, pasiones imposibles, vidas pequeñas
donde gigantes se calientan las manos...
Me he sentado a reírme del mundo.
Es una risa obscena, descarnada, maldita.
Es una risa pura, infantil, inocente.
Una risa torpe, de principiante, dispuesta
para la comedia humana y Melibea soy.
Y Verlaine y Gaugin levantaron la cabeza.
Y Jean Paul Sartre levantó la cabeza, y Rousseau,
muy consciente, sacó a sus hijos de la inclusa.
Cuánto me reí, al lado del retrato de Jean Hebuterne,
al final les venciste, dije, mientras un empleado
del museo sacaba brillo al mármol.
Y me senté a reírme en Montevideo,
al pie de la estatua de Artigas, con Juan Gelman y Mario Benedetti.
Los tres pensaron: ¿Dónde estaban las muchachas aquellas?.
Alguien parecido a Borges bailaba un tango
con una joven de navaja en la liga
en algún callejón de Buenos Aires.
Sed felices, decía, tenéis el deber de la esperanza...,
pero ya no era ciego, ni siquiera miope.
Me he sentado a reírme cerca de Auschwitz y de Treblinca.
Los muertos tienen derecho a escuchar mi alegría.
Reí y reí, hasta que se me saltaron las lágrimas.
Entonces puse las manos y canté sobre los huesos.




LIBRO DE VISITAS



Forma parte de mi Montevideo
el que deja su firma
como en un libro de visitas.
El que planta un árbol
en un lugar recuperado
a algún incendio.
El que planta cara a alguna dictadura.
El que siembra asombros
cosecha primaveras
y ve lucir el sol
después del holocausto.


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde

(dos poemas de Cuando Europa era el mundo, Ciudad de las Palmas 2006

jueves, 14 de mayo de 2009

Sopa de Letras

Sopa de Letras

Me pasé muchos años esperando ver caer del cielo algún maná, pero el cielo me dijo que ya era suficiente, que había crecido y tenía que ganármelo yo, que arrancarle a la vida por la fuerza los éxitos o me atraería el tornado, como a la caravana de Julio César para llevarme volteando en círculos del viento a la marea. Que un enorme tsunami arrastraba hacia el fondo si no estabas alerta. Dijo que el árbol de la vida está lleno de frutos, pero sólo los valientes los consiguen. Que para subir había primero que bajar al fondo por un proceso de las leyes que organizan el Cosmos.
Me pasé muchos años contemplando el regalo de la luz en mis ojos, viendo pasar al tiempo que me parecía eterno. Sólo porque las aguas del Iguazú caen y caen en cascada parecen no tener fin.
Dijo que el árbol de la vida está lleno de frutos pero que primero hay que reconocerlos, y no tomar por fruto la baya venenosa de color refulgente. Que el bosque está lleno de arándanos pero que los dragones duermen entre las hojas y se alimentan de la inocencia y de la candidez, de la desidia y del hambre desmesurada. De la torpeza y de la ignorancia, y a esa sombra se crecen hasta ocupar el bosque. Al menos el bosque occidental porque los chinos pasean, a sus dragones alegres, por las calles, y tienen su año del dragón ,su fiesta del dragón y sus dragones en el té, la seda o la porcelana. Pero los nuestros, algo habremos hecho, no están de nuestro lado. Crecen con el veneno, se multiplican, nos acosan. Llegados a ese punto hacen falta varios San Jorges para acabar con los dragones. O una doncella fuerte que les ponga el pie en el cuello.
Algunos van paseando con sus dragones del brazo. Unos, por la Quinta Avenida o por la calle de Serrano los exhiben con un collar de brillantes al cuello y cara de franco* aburrimiento. Otros, los llevan arrastrando detrás con cara de pocos amigos y de tedio terrible. Hay quien se queda con el ojo del dragón aniquilado a modo de telescopio.
El cielo me dijo “ya está bien” y la vida me atrapó con su vorágine, que una mente de Oriente no se sustenta bien con el racionalismo de Occidente. Que ver correr los peces y no atrapar ninguno porque los peces sobran, hace que otros se los coman todos. Y yo al fin y al cabo era oriental del Uruguay*. Un pez de estuario demasiado dulce para aguas salobres. Que la sal me envenena y llevo una salina dentro. Esperando volcarse en una mesa de Occidente y sazonar los platos con esa sal del Sur llena de yodo.
¿Qué podía hacer una muchacha de prendas victorianas y educación anglófila, alimentada con papilla del sesenta y ocho, y comunismo poststalinista?
¿Qué podía hacer sin traicionar sus sentimientos, sin que la náusea la llevara a arrojar la sopa de letras existencialista?
¿Cómo digerir sin problemas ese pudin marxista judeocristiano, que me prepararon papá y mamá, sazonado con la coral y la moral católica del colegio y el uniforme de Sonrisas y lágrimas?
¿Qué tenía que ver el pudin con los arándanos, las bayas y los dragones?
¿Es que acaso se puede comer con el estómago demasiado lleno?
¿No buscan los dragones individuos bien alimentados?
Quizá fuera bueno, me dije, arrojar esa sopa de letras y empezar de nuevo.
Pero el maná no caía y yo tenía el estómago absolutamente vacío.

* Siempre con minúscula.
*La república uruguaya se denomina República Oriental del Uruguay.

V. P. Viaje circular de Venecia Gradiva

Donde mueren los dioses

Donde mueren los dioses


Sobreponerse es lo que hace el pueblo, cuando el frío que amenaza con congelarle la conciencia se le clava en la carne como estalactita.
El ser humano no es ni bueno ni malo, querido Rousseau, no es bueno por naturaleza, porque esa palabra es asfixiante y ambigua, (tú deberías saberlo cuando encerraste a tus hijos en la inclusa), ni malo por genética, porque esa palabra peca de ingenua, “después de Auschwitz”.
Ya no quedan, papá, reuniones en Joanicó 32 95, y apenas quedan reuniones, y pronto de seguir así no serían necesarias las reuniones, porque han descubierto un método mejor para acabar con las reuniones, un método mejor y más sencillo que matar, anular las conciencias, así nadie tendrá que sobreponerse, indisponerse o anteponerse al Estado. Un ejército de seres inflados monocolor se aproxima. Han tomado papilla de reforma y comida sintética. Del pecho de la madre directos al embudo del Estado, edulcorados y edul-curados al aire medievalista del tercer milenio. Pata negra vacía para engañar la vista y el estómago. Cibergente para poblar y repoblar los espacios virtuales de América hasta Europa. Juegos del primer mundo, donde el mundo real es el tercero. Un perfume para la insatisfacción, una droga para la inanición, un estudio de mercado para el corazón. Juegos virtuales donde la vida no existe. Mi madre es un chip, tengo nostalgia de los cables que se enredaban a mi ombligo.
Es lo que hace el pueblo, Ariel Blue, informe e indefenso. Simio desnudo, todavía.
Busco la Isla, esa que decía Huxley. La mía es una isla imaginaria, con perras Pachas y seres de Farenheit que son un libro. Con Ray Bradbury que convierte a los marcianos en humanos, hoy que es tan necesario. Con el amor, invento sufí, como algo potencial. Quería hacerte partícipe de mi isla, pero tú Arsénico Blue, decidiste hace tiempo que el hedonismo era el menor de los males y el único recodo para no ser devorado por el minotauro. ¿Al fin te transformaste tú mismo en minotauro devorando doncellas y siendo devorado?. Un franquismo aburrido decidió que la única libertad estaba en el sexo.
¿Pero qué hacemos, ¡oh, Dios mío!, preguntándonos por la ética?¿Es que acaso nos esgrimimos en salvadores del mundo?¿No le quedó claro a nuestra generación que lo suyo era el antihéroe, tanto como a Nietzsche el anticristo?
¿Qué hacemos, nosotros, tan preparados, políglotas, petulantes, después de Nietzsche, de Freud, de Marx, de Einstein, de Auschwitz, de Hiroshima, y Nagasaki ( injusta elipsis ), de Jung, de Klein, de Sartre, de Beauvoir, de Jacques Kerouac, de Dolly y el socialismo de mercado*?
¿Qué hacemos ahora, otra vez medievales, sirviendo a los señores cibernéticos, después que el Renacimiento nos convirtió en dioses romanos de mirada mortal, de mente circuncidada, después de salir de las ciénagas ingenuas y oscuras y los asadores de la Baja y la Alta Edad Media? Nada que pueda perjudicar nuestra mala conciencia, que es la única que nos queda, y es la más chic de todas las conciencias. Nada que destroce nuestro estatus de hijos de nuestros padres, que ya es mucho vivir en democracia cuando ellos nacieron en el franquismo, y eso nos hace visiblemente superiores, aunque como papá trabajemos en una oscura oficina de la administración del Estado. Pero nos distinguimos, monos vestidos, por el enoooorme (más que el ejército de hormigas de la Marabunta) desprecio que derrochamos, y la mordaz indiferencia de un mundo sin Dios que habita donde mueren los dioses.

* Sólo cuando uno se paga su propia tortillita de camarones, es un hijo liberado que se vende a sí mismo, y el Estado ya no es padre ni padrastro.


V. P. Viaje circular.

El sobretodo de otra España

El sobretodo de otra España

Hay que sobreponerse, Elvira, decía mi abuelita Virtudes a su amiga Elvira que acababa de perder a su madre.
Sobreponerse es algo así como poner un sobretodo*, que aquí le llaman gabardina, encima del dolor y abrocharlo para que no se queje y estorbe.
Mi abuelita Virtudes no hacía más que sobreponerse. Se sobrepuso cuando era una niña de cinco años y su madre la llamó para que viera a su vecina muerta, y así nunca más tuviese miedo de la muerte. Se sobrepuso cuando llegó la guerra y tuvo que salir huyendo con mi madre recién nacida en brazos. Se sobrepuso cuando se llevaron a mi abuelito para fusilarlo, y estaba sobrepuesta cuando se lo devolvieron vivo, gracias a un amigo republicano que juró que mi abuelito Andrés jamás se metió en política cuando estaba en la Universidad, a pesar de ser de una familia de la aristocracia.
Se sobrepuso cuando mi madre, esa niña de sus ojos, rubia, que recitaba poemas a la Virgen a los tres años, y a los veintiuno era una señorita con su carrera terminada y un libro de poemas recién publicado, se casó con un señor extranjero y comunista y cruzó el Atlántico.
Se sobrepuso cuando nos vió aparecer temblando, huyendo de los albores de otra dictadura para vivir en los declives de la otra.
Se había sobrepuesto cuando tenía diecisiete años y murió su padre . Cuando a pesar de ser Premio Nacional Esparza tuvo que quedarse en un pueblecito minero de provincias siendo maestra de una escuela unitaria, que era unitaria en todo.
Cuando tuvo sola a varias hijas porque mi abuelito se fue a consolar a las viudas y los huérfanos de la familia de Quintanar que eran muchísimos y todos de negro.
Estaba sobrepuesta cuando le clavó las uñas a la enfermera al dar a luz a tía Mariam que venía atravesada y tuvieron que sacarla con fórceps.
Se sobrepuso cuando perdió esa hija de meses por culpa del frío y desde entonces exageraba a la hora de abrigarse porque nunca hubo una gabardina que pudiera contener todo el dolor, toda la vida, y todo el corazón en esta España de franco* ni en ninguna, toda la inocencia machacada por los terribles ritos de la vida. Porque no había ningún paño de lágrimas que contuviera juntos la mantilla de encaje, el sudario y el vestido de novia. Porque su hermano se quedó en la otra España perdida para siempre y jamás volvió a verlo.
Estaba sobrepuesta cuando mamá compartía el pan con los pobres en la puerta. Cuando contrajo el ántrax y parecía que se moría. Cuando se clavó la fuente de porcelana, después de echar de la casa a ese moro de la Guardia de franco*. Y cuando mi abuelito después de ver fusilar a sus hermanos guardó una foto de mussolini* en el armario. Cuando se hicieron lingotes con las pulseras de pedida de las damas de España con los brazos desnudos.
El dolor es un lujo para desocupados. El hombre nuevo exige que el corazón se guarde en el bolsillo del sobretodo* de otra España. Que el mundo es espartano para tímidos y hay que nacer sabiendo. Y cuando pegan en las nalgas hay que escupirle a la enfermera las flemas a la cara. Con los pulmones limpios y las nalgas al rojo, se deja el llanto para los burgueses. Que si te mueres es que estaba de Dios y no valías. Y el llanto es un capricho de poetas, de débiles no aptos para este mundo nuevo.
Estaba sobrepuesta y el llanto se le escapaba por la sangre.

* Los dictadores siempre con minúscula

Viaje circular(Beca a la creación literaria , Junta de Extremadura)

Verónica Pedemonte

El crepúsculo de los dioses

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES


El humo de las fábricas enturbia el pensamiento
y los ritmos altivos de las estaciones.
Todo comienza como quien se escapa
de un hálito de arterias y deviene
en camisa de fuerza y campo de exterminio.
Los cabellos oscuros
no pueden compararse a las esvásticas.
Es lícito tomar al hombre por la fuerza
y moldear su materia como si fuera mármol.
Es lícito cambiar la alquimia de los seres
que transmutan amándose.
Es lícito, dice la letra que con sangre entra,
vaciar el vaso de la vida,
a cambio de una eternidad de estatua.
He aquí al general, la tumba,
el mausoleo, la estirpe, la calavera.
Lo digo yo, que soy un dios vacío,
y me contemplo en el espejo
de la Laguna Estigia, en el crepúsculo,
donde perros de tres cabezas me defienden.
Que me diese Afrodita el poder del amor,
llegar al fondo del lago oscuro
donde está mi imagen.
Sin horror, sin crimen, sin patria.

Verónica Pedemonte )Cuando Europa era el mundo)

viernes, 8 de mayo de 2009

Asociación de huérfanos de Rosseau

Había una vez una raza de pequeños mamíferos sobre la tierra, coexistían con terribles dinosaurios, el ciego rex de oído temible, los velociraptores que cazaban en pareja, herbívoros inofensivos de pisada letal. Los pequeños mamíferos, ratoncitos de campo, cobayas científicas, etc, adoraban a Mur Muris Bueno Mártir. ¿Por qué? Porque Mur Muris Bueno Mártir, por azar o por necesidad, arrancó el colmillo de un gran dino, aunque después fue aplastado por el gigante. Así que los ratoncitos rezaban y rezaban, y corrían y corrían, y vivían y vivían. Parece que el cielo tuvo piedad (y ellos que corrían y se reproducían, y resistían y resistían ) y envió un gran meteorito. Así que cuando el ratoncito se despertó el dinosaurio ya no estaba allí.

Es lo que contó el Budarratón al Ratoncito Pérez ( cuando éste intentaba en vano que una niña perdiera los dientes ) hablando acerca del camino medio.

V. P.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Los otros europeos

La revolución

Toda la noche casi sin dormir en mi camarote, para no perderme ver el Teide desde el barco, que dicen que se ve regio, así en la noche, lleno de brumas.
Estábamos llegando a las Islas Canarias donde íbamos a pisar por fin tierra española.
Aun no había amanecido, me dió miedo llegar de noche a un país desconocido, pero estaba fascinada por el misterio. De repente, vi pasar dos hombres que apenas se distinguían de la oscuridad de la noche de no ser por el blanco de sus turbantes. Sentí que llegaba para habitar otra tierra, brumosa y cálida, llena de gente exótica y de voz familiar y dulce.
- Esta es una de las colonias de España, dijo un inglés, que viajaba con nosotros y que ocupaba el camarote de al lado.
Compramos colonia en las colonias, para mi tía Natividad, y un pañuelo de seda a los señores de turbante para mi tía Dedé. Para mi abuela una caja de bombones, y un neceser precioso con todas las cosas para que se afeitara mi abuelito. Pero lo más lindo fue lo de mi primo Quique, que tiene dos añitos, le compramos un elefante azul de peluche todo suave.
- Puede irse contenta, Madam, es de la mejor seda de la India, dijo el señor del turbante en un francés que sonaba a inglés.
- Merçi , monsier, je suis charmée, dijo mi madre en un francés que a esas alturas tenía ya tremendo acento rioplatense. Y es que a mi madre también la confundían siempre con una francesa, y ella no quería defraudar.
Salimos a la calle, estaba llena de bazares como una calle de Turquía , el aire era pesado y húmedo.
- Le aseguro señor que es un auténtico Cartier, no cesaba de repetir un hombre enjuto de ojos como cuchillas .
Mi padre negaba continuamente con la cabeza.
-¿Le limpio los zapatos, señor ?
- Sí , pero después se sienta y se toma un café con nosotros.
Estaba acostumbrada a que mi padre invitase a café a los limpiabotas, y también a veces a los pescaderos, que no me gustaba nada porque siempre olían a pescado y se mezclaba con el aroma de mi zumo de frambuesa y ya no me lo podía tomar.
- ¿Por qué no invitas también al señor de los relojes , papá?
- Ese tipo es un lumpen , mi hijita .
-¿Y los otros ?
- Los otros forman parte de la revolución.
- Ah ...

El limpiabotas nos contó su vida y nos limpió los zapatos a todos, seguro que habíamos hecho la revolución estupendamente.






La esperanza


Mamá nos despertó muy temprano, eran las seis de la madrugada y nos acercábamos a las costas de Algeciras. La Península estaba ahí a pocos metros, sin embargo, cuanto más se acercaba el barco, más lejos parecía la tierra y el tiempo del encuentro transcurría más lento. Igual que los minutos de antes del recreo. No creo haber visto nunca más algo tan lindo y tan triste como aquel barco lleno de gente a punto de bajar.
Estaba hinchado como la ballena de Jonás, como la barriga de Organza, esa vaca suave de Hormesinda, a punto de dar a luz los terneritos. “Este animal tiene buenas entrañas, mi hijita “. Sí, muy buenas entrañas.
Nos habíamos vestido con unos trajecitos verdes que nos había hecho Lina, la costurera, ella también formaba parte de la revolución, porque siempre tomaba café y nos contaba su vida y nunca hablaba de literatura y de política como los amigos de papá , ni tomaba güisqui. Trajes verde esperanza, decía mamá, y muy abrigaditos. Era noviembre, el frío y la humedad nos cubrían la garganta y la emoción nos hizo un nudo más difícil de deshacer que aquel que me enseñó ese marinero tan alto, que quería ser mi novio cuando yo creciera.
Dejaba atrás un verano de palmeras y árboles de menta, de colibríes, de Navidad cerca de un abeto enorme y kitsch, lleno de adornos importados de U.S.A. y orquídeas de mi abuela. Comiendo asado con los vecinos y los amigos en el jardín de atrás y ese olor a leña de papá moviéndose por la casa. Los pretendientes de mi tía, cada año uno diferente. Laureada y yo vestidas de rosado, que aquí se dice rosa, esperando gustar a todo el mundo y ser unas nenas buenas, con la sonrisa de oreja a oreja.
Mamá me puso una bufanda, pues sin duda la vida me había cogido prestado un verano y tenía que abrigarme. España era muy grande, estaba el Cid paseando aún por sus terribles estepas. Alguien había cubierto los campos de sal, y debajo, había canciones y poetas, niños descalzos con los pies en salmuera, madres amamantando, en medio, aristócratas muertos de provincias que no odiaban, y encima, una bota militar oscura y vieja.
España era muy grande y muy llena de siglos y yo sólo contaba con dos siglos de Montevideo, un guacamayo, la foto de mi perrita Pacha y una selva dulce y salvaje
que se movía rebelde dentro de mi alma.
Los marineros empezaron a echar amarras. Abajo y aún lejos, mi madre vio a mi abuelo y a mis tías que saludaban con la mano, y una gota cayó en mi frente. Sí que es invierno, dije. Era mi madre que lloraba.
Los gallegos y el camarero empezaron a cantar canciones patrias aunque no se resistieron a deleitarnos por última vez con “Carretero calandriano”.
Una vez echada el ancla, pusieron la escalerilla y fuimos bajando lentamente, nos resistíamos a dejar aquel hogar flotante en que se había convertido el barco y como si se tratara de chamanes amazónicos después de un viaje, nos despertaron el temporal y las gaviotas.
Habíamos llegado, mis tías nos comieron a besos perfumados con Joya de Mirurgia y después, bien mareadas, mi abuelo nos dio un fuerte abrazo. España era amplia. La esperanza no nos cabía en los trajes.

lunes, 4 de mayo de 2009

Per te, Lucino

EL GATOPARDO

I
La casa de mi padre me quiso combativo:
Di libertad o lucha hasta la muerte.
La casa de mi padre me enseñó el ayuno,
ayuno solidario con los pobres del mundo.
La casa de mi madre me hizo superviviente,
agárrate a la tierra de esta estirpe sagrada.
En casa de mi madre el pan se repartía
a todo mendicante los lunes y los jueves.
La casa de mi padre me hizo benevolente,
biempensar* era el gesto de todo diplomático.
La casa de mi madre me hizo intransigente
con la luz apagada de la vida mediocre.
La casa de mi padre puso una pica en Flandes
pero vino el gobierno y la borró del mapa.
La casa de mi madre me construyó un castillo,
dos torres con almena y una torre-vigía
que en la guerra española sucumbieron.
La casa de mi madre jamás jugó en la feria
porque “ juegos de manos son juegos de villanos”.
A casa de mi padre venían los visionarios
a aprender la manera de jugarse la piel
la derrota en los ojos, algún as en la manga...
La casa de mi madre porque nobleza obliga
prefería la muerte al deshonor.

II
Con la espina dorada cruzaron los océanos,
para ayunar los días de ayuno,
y repartir el pan lunes y jueves.
Hacer fértil la tierra, luchar por la justicia,
morirse con el deshonor.
Llevar el as de picas
a Varsovia o a Flandes.
No jugar con villanos a las cartas.
Reconstruir castillos en la arena.

III
Disfruto del almuerzo
con la mano derecha,
sólo cuando no tengo a pobres ayunando
los lunes y los jueves en mi estómago.
Me asomo a las almenas
los días de niebla aguda,
cuando los visionarios
contemplan con sus ojos la derrota.
Y digo: hay villanos que juegan con la Historia.
El honor fallece de vergüenza
cuando la libertad es masacrada.
En donde no hay justicia nada es cierto.
Meriendo con mis lares,
y contemplo a lo lejos el fin de las especies.
Las garras prestas, la mirada altiva,
la mano izquierda sobre el corazón.

*M antes de p.


Cuando Europa era el mundo, Las Palmas 2006

La ley de la gravedad

HOJAS

Todo cae, ha caído, o caerá.


La vieja hoja de parra se resiste,
y se agarra lasciva al tierno brote
que asfixiado repele la hoja del ayer.
Pasa la página y encuentra
respuesta a este acertijo.
Adán se cubre con hojas de periódico.
No hay Edén sin ceguera
ni conocimiento sin manzana.
La vieja hoja de parra que cae de la mente
y se aventura a girar en el viento.
Dejando al brote frente al mundo.


Verónica Pedemonte (Cuando Europa era el mundo)

domingo, 3 de mayo de 2009

El Príncipe

El Príncipe

¿Qué es mejor para el príncipe
ser temido o amado? Nicolás Maquiavelo


No es la víctima mejor que el verdugo.
Hasta la flor más bella puede ser venenosa.
Benditos los filántropos que soportan sus obras.
Bienaventurados cuando el ego
de alguien les estalla en la cara.
Santos los que se dejan
su piel en las esquinas
y se cubren el rostro con la pasión ajena.
Benditas sean las leyes que ponen apellidos
a las obras bastardas.
Gloria a la Ciudad-Estado, al Príncipe
de Maquiavelo, al elogio de la locura.
Viva la marginalia que aún no es conocida.
Que los dioses permitan que el péndulo derive
de una época a otra, quiero un vals
con los Médicis, que los leones
se coman a los monstruos, probar la uva
del banquete romano, por pésima que sea.
Desea los favores de gladiador etíope
matrona de la era del Apocalipsis.
Vivan los magistrados que duermen más tranquilos
que aquellos que delinquen.
¡Salud a los ociosos que conservan su mente!.
Piedad para las vidas que no alimenta el tedio.

Cuando Europa era el mundo, Las Palmas 2006

Los parientes pobres

LOS PARIENTES POBRES

(La prima Bette,
Honoré de Balzac)

Por las dos escaleras bajaban los parientes,
en camisón, al desayuno.
Los parientes pobres por el ala izquierda
con sus orinales de porcelana blanca.
Por el ala derecha los parientes ricos,
las doncellas detrás, con orinales
labrados en plata, al sumidero.
Los pobres y las doncellas se cruzaban
al ritmo del cascanueces.
Cuando los parientes ricos habían desayunado
con su leche batida y su doncella,
entraban los parientes pobres
y quitaban la nata de la leche.
Era pura alquimia la mañana.
Los niños nos sentábamos junto al árbol,
y colocábamos guirnaldas sin saber
qué ala de la casa ocuparíamos.
Ni cuál sería la hora de las doncellas,
la hora alquímica del cambio, la hora
tchaikovsky del cascasueños por el sumidero.
Quién se haría cargo de su propia orina,
de su propia leche, de su propia sangre.

(Cuando Europa era el mundo)

La náusea

Una tarde cualquiera, donde todo lo obvio
parece imperceptible, llegaste de la náusea.
La crítica de la razón pura, el elogio
de Maquiavelo tamaño kissinger.
¿Qué diáspora esperaba después del té a las cinco?.
Después de la cicatriz y el escalpelo, después de Petersen.
Aquel sindicalista, de la hierba y las hijas,
baila tangos en Göteborg sobre la nieve.

(Cuando Europa era el mundo, Las Palmas 2006)