martes, 28 de septiembre de 2010

Desayunados todos

Desayunados todos

Dice el Ejército de Salvación (sección beatas-os alternativas-os) que Vallejo es oscuro y triste, que sólo habla del hambre del prójimo, de las heridas, de la miseria, de los muertos, de la guerra de España y su ignominia, y creen que los heraldos negros son hijos de Vallejo y no de ellos.

Y dice Susanita a Mafalda que “siempre ha de haber pobres para que hereden los vestidos viejos”. Los trenes viejos, los planes de estudio fracasados, las ideologías que se achataron con el uso y se agrandaron corporativamente.

Qué bien levantarse por la mañana con un puesto fijo y bien remunerado en una sociedad ordenada y dar gracias al cielo y al vecino por lo guapos que somos y lo bien que lo hacemos. Aunque la trastienda esté llena de secretos inconfesables siempre es mejor resaltar un defecto evidente de otros, o incluso inventado, así para que nada cambie dirigir una orquesta de estómagos agradecidos que suenan dulcemente a digestión de algún órgano de Juan Sebastián Bach.

Es tan fácil irse por los caños de Carmona de la crítica al otro y dejarse llevar hasta las cloacas de la maledicencia, porque el que lo pasa mal en la sociedad del bien es porque lo hizo rematadamente mal desde el principio y lleva el oneroso estigma del perdedor en el código genético ¿Cómo? ¿que eso no se puede ver aún en el ADN? Tiempo al tiempo, aunque cada gen pueda elegir entre mil posibilidades y sea virtud del átomo estar hasta en dos sitios a la vez puede aparecer un seguidor de Menguele, toda vez que en esta sopa cuántica respiramos un átomo de Marilyn y otro de Hitler.

Así pues Vallejo, hijo de india chimú, que pasó hambre y fue un grandísimo poeta
no se debe alterar la paz del bienpensante en la sociedad del bienestar.
Que el futuro sea incierto hoy para millones, que miles de niños mueran de hambre cada día forma parte del pensamiento negro y depresivo de los que no saben ver el otro lado. Forma parte de esa trastienda del mundo que es mejor ocultar como se ocultan las chabolas a los turistas en los hospitalarios países del Tercer Mundo.

Señoras y señores, señoritas y señoritos, yo veo ampliamente lo luminoso del mundo, el regalo de la música de Mozart, las mariposas de colores que escapan de las flores magníficas de América del Sur al atardecer como si fueran un jardín flotante, la profundidad azul del Danubio contaminado, veo “la melodía del amor que nos hace porque ya hicimos mucho el amor” (y también el camino del monje). Veo los niños bien alimentados europeos y los árboles de hoja perenne, pero no veo la realidad con un solo ojo.

Veo las señales de alarma de una sociedad que se organiza tras de las barricadas. Observo los signos preocupantes que anteceden a todos los fascismos: pobreza, precariedad, y chivos expiatorios (expulsión de alguna raza señalada).
¿No los ven? ¿leyeron la Historia con un solo ojo?¿el Renacimiento vendrá por arte de magia? ¿se alzará sobre un millón de muertos? ¿eso no importa porque el mundo es para los elegidos de la cuarta dimensión?¿no se puede entrar al Valhala sin espada?
¿Quién tiene ganas de invadir Polonia?
Tampoco habrá entonces paraíso para los agentes de la Matrix, más que el que edifiquen por encima de los muertos y entonces, ¡oh mariposas de colores, flores de Bach y músicas excelsas! Entonces la sinfonía patética sonará en sus salones y tendrán poltergeist.
¿Suena profétco y mesiánico?¿suena un poquito bipolar? Toda vez que los polos se derriten... ¡Quiá! Sólo lo dice una alumna de Miguel Artola.

Qué tal si miramos con todos los ojos, también el de la mente, y usamos la más certera visión del corazón y todos los sentidos que no usa el hombre pequeñito, la mujer pequeñita, por miedo a que le expropien la pick up que les dejó su abuela.
¿Qué tal si nos proponemos una mañana efímera la maravillosa tarea renacentista de vernos desayunados todos?


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde 29 de septiembre de 2010

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