sábado, 29 de septiembre de 2012

Pregunta: ¿El sueño de la transición produjo monstruos ? Verónica Pedemonte

viernes, 13 de abril de 2012

Para pintar la poesía con el pincel de la pintura, Yolanda Aldón en la Fundación Alberti

Cádiz y la otra orilla, a sorbos de mar y versos, de Yolanda Aldón (Editorial Origami)

"La poesía de Yolanda Aldón acaricia la piel del alma del lector como las olas de la orilla de las playas gaditanas. La frase poética cabalga a lomos de una intensidad emocional que condensa las emociones de la escritora. En ocasiones, predomina la frase nominal, la ausencia de los verbos, con la intención de presentarnos aquello que está más allá de la realidad visible,una frase nominal plena".(Eduardo Galán).


Yolanda Aldón, nacida en Barcelona, con residencia en Cádiz, periodista y postgrado de archivo y gestión documental por la Universidad de Cádiz. Comprometida desde el año 1998 con la cultura y la educación y las asociaciones en defensa de los Derechos Humanos. Artículos de opinión, poesía y relatos cortos. Vinculada al mundo cinematográfico, excelentes investigaciones sobre la vida de Juan Ramón Jiménez, participante en “Voces del Extremo”, Moguer. En la Antología Poética: Poesía y Dignidad Logroño, 2011. Sus escritos sobre la cultura andaluza y su acercamiento a la marroquí marcan un antes y un después en la trayectoria poética de Yolanda Aldón hacia la multiculturalidad.



A sorbos de A-mar y versos de Yolanda Aldón

Para pintar la poesía con el pincel de la pintura Rafael Alberti.

Quien se asome a esta ventana al mar que es el libro de Yolanda Aldón verá a una niña a la orilla que juega, con su cubito de playa y su pala, a construir un castillo de arena o de aire con olor a salitre y a yodo, yodo del que cura las heridas que el amor nos deja, con la ayuda de la luz y del aire. Mientras sube la marea , la niña se va alejando cada vez un poco más de esa agua que empieza a mojarle los pies o a deshacerle el castillo, quizá porque todavía no es la hora de sumergirse en sus profundas aguas y ella, con paletadas amables, corta el viento como un pequeño molinillo de Quijote al caballero que aún no ha llegado en busca de la fortaleza del verso. Un poco más tarde es una adolescente sin mielina aún en los nervios la que contiene el paisaje que otrora hacía la niña jugando a ser Miró frente a la playa.
Y en esos trazos que deja la silueta adolescente junto al mar, se adivina un Degas que se contempla mejor en la distancia y apenas se desvanece en el misterio del concepto al acercarse.
Sólo después del amor aparece esa mujer inquieta transformando el paisaje y formando parte de él. Con la aceptación del que conoce ya el amor y sabe de sus cumbres, sus delirios y sus llanos.


Que siente “la luz a puñaladas” o “las voces álgidas de la lluvia en el efluvio de la corriente” de ese “sueño que va por el tiempo” de ese “tiempo que va por el sueño”. “Sobre la misma columna/ se abrazaron sueño y tiempo”.Y se embriaga con el perfume de la Dama de Noche que ella misma es. Delirios, a los que canta por bulerías en algún rincón de la leyenda del tiempo, donde el sueño del sueño de Al-Andalus le dice sotto voce con Lorca en la voz de Camarón:

¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!



Y es al alba de esa canción que es el amor, que, caprichoso y cauto “no dice su canción sino a quien consigo va”, donde Yolanda Aldón busca rimas por bulerías, vuelve la Reconquista del revés , a través de un amor que reclama lo que es suyo desde la otra orilla. Suyo porque estaba también en su delirio, suyo porque estaba también en su deseo. Desde que encarna y toma cuerpo en la amada que finalmente cede y se abandona ante ese conquistador de retorno, quien bien podría haber raptado el corazón de una sobrina de Leonor de Aquitania en nombre de Saladino para llevarla a los palacios luminosos del agua.



Y tras las cortinas de aire de ese palacio, la pensadora que es Yolanda Aldón, se devana el cabello de máximas sabias que ceden al delirio y devienen en templanza, para escribir versos y besos que se pretenden por fin libertos, es decir, dueños de sus emociones y de sus destinos, a través de los suaves trazos color pastel de la delicadeza del lenguaje erótico, elegante y lleno de sutileza, de su “danza del aire gaditana”, de su gentil danza del vientre, a sorbos de a-mar y versos, para “bailar” la poesía con el pincel de la pintura.


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde

El Puerto de Santa María
Fundación Alberti 12 abril de 2012

domingo, 25 de marzo de 2012

Presentación de la novela de M.Carmona en la Fundación Alberti

Viaje de un lince hacia la Educación sentimental


Pablo, el protagonista de esta novela, Volver a amar, publicada por la Editorial Atlantis, es un lince criado por corderos de Dios. Y como tal usa maneras suaves y dulces pero tiene la uña felina presta para diseccionar, lo mismo abre en canal la Historia que cuidadosamente desbroza como un jardinero fiel la maleza que cubre los sentimientos para dar con la rosa del amor y las pasiones.
Su paseo por las calles y la Historia lo asemejan a un viajero del siglo XIX, podría ser un Washintong Irving o incluso un Blanco White, que lleva en un bolsillo a Ortega, en otro a Julián Marías, en otro a Flaubert, podría perfectamente ser un joven muchacho llamado Frederic Moreau que vive la revolución de 1848 y la fundación del Segundo Imperio. Siguiendo la crítica de la escritora George Sand sobre Flaubert casi podemos aplicar el mismo baremo cuando dice: “Flaubert fue un gran investigador. Quería pintar un representante de la mayoría de los hombres que se agitan en el mundo moderno. Los personajes de segundo y tercer orden, componen la acción como un pintor compone su pintura, centrándose en los efectos de luz, La novela, al ser una nueva conquista de la mente, debe seguir siendo una conquista de libertad. Se perdería su razón de ser el día en que no siguiese el movimiento de los tiempos que se pretenden pintar o expresar. Cuanto más avanzamos en la historia la mayor diversidad de puntos de vista expresados no son otra cosa que la libertad de conciencia que quiere manifestarse. “
“ Flaubert, ha escrito un libro para superar ciertos prejuicios. expresó este tiempo, el estado general que marca las horas de transición social. “
Destruir el mal del egoísmo es la aspiración romántica por excelencia. Estrellarse contra la realidad burguesa, los trucos de la especulación, las instalaciones de la vida , las dificultades del trabajo y de lucha. Es la historia de un hombre joven, un joven que, como muchos otros, con el deseo de contribuir a la historia de su tiempo, que fue sentenciado a ser parte de cada ola que se hincha o se derrumba y es parte del océano. Pocas de estas hojas anónimas tienen la oportunidad de traer a un buque o para arrancar de raíz la roca y se convierte en beneficio en sí mismo cuando se curva bajo los vientos en contra.
“El joven hombre a quien seguimos en La educación sentimental, a través de las decepciones de una triste experiencia, pinta el poder brutal, el obstáculo, la debilidad e inconstancia de los luchadores, la vida tal como es en la mayoría de los casos, es decir mediocre. “
Escapa de su primer error, y se preguntó si fracasó en su sueño de felicidad por su culpa o por la de los demás.
En el escenario de esta novela, algunos personajes secundarios caminan con su banda de cómplices o engañados, con la procesión de sus intereses, sus pasiones, y sus instintos. El autor nos lleva a considerar filosóficamente los males que nos han ofendido. , cada palabra, cada gesto de cada función expresan claramente el error en cada conciencia o la verdad que lleva.
Es el sentimiento que surge el que Investiga los hechos, en una sociedad que ha llegado a su descomposición y que va a cambiar muy radicalmente.

Eso nos decía George Sand de la Educación sentimental de Gustave Flaubert y es absolutamente aplicable a esta novela, porque es una novela que pertenece a un tiempo de transición, en una sociedad que también se desintegra, en una clase media que ve como los valores que sostenían su arquitectura se precipitan al vacío a la velocidad vertiginosa de la caída del sistema económico que la sustenta. Y donde Pablo, se agarra tanto a las profundas convicciones de sus maestros como a las señas de identidad de una cultura, señas que se hacen presentes no sólo en sus relaciones sociales y humanas sino incluso en los recorridos que realiza, solo o acompañado, por las distintas ciudades que visita. Una óptica que enriquece, porque ningún lugar de la Historia es el mismo después del paso de sus cronistas, o mejor dicho no es sin sus cronistas, novelistas, autores de teatro, poetas, viajeros, más que ladrillo y gente, aunque eso lo sea todo. Es necesaria esa visión de conjunto, ese rescate del alma de las cosas y la esencia de los seres para insuflar lo humano.
Eso lo sabe bien Pablo,el protagonista, y también su autor. Quien ha creado el personaje es tan hábil investigador como él, no se confíen, cuando le den la mano estará averiguando su estatura, edad y huellas dactilares y al segundo golpe de vista este lince tendrá ya su tomografía axial y su fe de bautismo.
Pero el viaje de Pablo hacia la educación sentimental puede no ser entendido por los que alguna vez emprendieron el camino del Wild Side. Ese no es el camino que escoge Pablo. El camino de Pablo es un camino con guía, un camino con Lámpara Davis y Moleskine.
Lejos muy lejos de cualquier concepción salvaje de la existencia, se detiene en los detalles que hacen la vida más confortable, así, leyendo esta novela pueden aprender la delicada forma en que corta una escarola o condimenta un plato, el placer de un buen vino al calor de una conversación amistosa y los vínculos sociales que se dan en una generación de jóvenes sobradamente preparados que se han encontrado con una sociedad soberanamente resquebrajada. Y que contra viento y marea están creando un mundo, otro, donde los sueños y la felicidad no se extingan, rebelándose pacíficamente, con modos de cordero y actitudes de lince. Y mientras sortean la desilusión y la injusticia, con los medios que su inteligencia y su cultura les proporcionan, se resisten a ser un desecho en un mundo donde es todo ya desechable. Porque como decía el filósofo Walter Benjamín en El avisador de fuego “ Nos hemos hecho pobres, hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la Humanidad. Con frecuencia teniendo que entregarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual. La crisis económica está a las puertas y tras ella la sombra de la guerra. Aguantar hoy es cosa de poderosos mientras la mayoría tienen que arreglárselas partiendo de cero.” Este ensayo de Benjamín fue escrito en 1933 y estudia el empobrecimiento de la experiencia de una sociedad de alto desarrollo tecnológico que con la mecanización del trabajo trajo también una transformación radical del universo social , liquidando las formas tradicionales de transmitir la experiencia, que requiere de tiempo y continuidad para acumularse, para integrarse en la conciencia personal y dar fruto, para adquirir una filosofía digna de ser transmitida generación tras generación. Pablo y sus amigos trabajan en contra de esa destrucción de lo que Benjamín llama el aura de las cosas y el fin del arte. Y lo hacen de un modo sencillo, guardando las esencias que se transmiten unos a otros en su resistencia cotidiana al desgaste, en la sabiduría del abrazo, en la experiencia de compartir la vida. Para que sus valores de cambio no sean vulgares mercancías.
Y más sigue Pablo a Ortega cuando, de ese otro bolsillo donde lo lleva, saca la chuleta y ejercita la frase orteguiana de que las creencias no son ideas que tenemos sino ideas que somos. Esta idea que es Pablo se funde y se confunde con su realidad misma en el viaje exterior e interior de este felino de buenas costumbres, quien como al personaje de Flaubert , “pensaba en la habitación de su casa, en pasiones futuras y le parecía que la felicidad que merecía por la excelencia de su alma tardaba en llegar “ Encontrando esa felicidad finalmente en su propia educación sentimental donde halla también el mejor modo de amarse a sí mismo y a los demás.

Verónica Pedemonte M.-V.

Puerto de Sta. María, viernes 23 de marzo de 2012

Fundación Alberti