sábado, 27 de febrero de 2010

Resurreción. Nicanor Parra

RESURRECCIÓN

Una vez en un parque de Nueva York
una paloma vino a morir a mis pies
agonizó durante algunos segundos
y murió
pero lo que nadie me va a creer
es que resucitó de inmediato
sin darme tiempo para reaccionar
y emprendió el vuelo
como si nunca hubiera estado muerta

y yo me quedé mirándola zigzaguear
entre los edificios de departamentos
y me quedé pensando tantas cosas

era un día de otoño
pero que parecía primavera.

Nicanor Parra

Resurrección. Claribel Alegría

Resurreción

Perdí a la niña
que habitaba en mí
perdí a la adolescente
y a la joven
y a la mujer madura.
Inesperadamente
una luz en la sombra:
surgen hadas
sirenas
caballos de madera
paladines
dragones
se dilatan mis ojos
se me arrebola el rostro
todo dura un instante
pero he resucitado
con la risa de un niño
se revirtió mi tiempo.

Claribel Alegría

Dos poemas de Resurrección. Manuel Vilas

1

MUJERES

No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillajes y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.


5

NUEVA YORK



La vida es un fenómeno reciente en el universo,
la vida es la vanguardia, lo único interesante que ha pasado
en ese cielo de rocas heladas (trescientos grados bajo cero)
o rocas ardiendo (trescientos millones de grados) en los últimos
mil millones de años, esclavizadas rocas, condenadas a girar
en ese absurdo monumento, girando para nadie, porque nadie las vio.
Llevo a Walt Whitman en el corazón, en el gigantesco corazón,
dije.
Me está matando de sed.
Dormí con la ventana abierta, y como digo,
todo este poema lo dije en voz alta,
dije: el paraíso y la resurrección, demonio y fortaleza de la
resurrección.
Y no supe decir nada más pero estaba enamorado,
mucho amor, mucho poder en la cabeza, poder, poder, poder.
Las rocas universales girando allá en los cielos, vacías y criminales.
Mucho amor, amor amor, amor. Eh, estoy enamorado, eso es todo.
He sido muy feliz y os lego la vida.
Mañana resucitaré y me daré una vuelta por ahí.
Eh mira, mira ¿qué es esto? La vida. Es la vida.

Resurrección


Manuel Vilas

Se escribe siempre desde Auschwitz

Se escribe siempre desde Auschwitz


Dedicado a Silvia Loustau


Las cenizas Celan flotan en todas partes

larga noche, Celan, larga vida.

Largo exilio en tus ojos del color de la muerte.

Vértebras, huesos, pubis, occipital, húmeros tristes,

país invertebrado, amor insomne, tiempo.

De ti surgen y cantan y se aventan

crematorios de ayer hogueras de mañana.

El Sena un no lugar para tu despedida.

Sin arco del triunfo ni héroes conocidos.

Sin por fin la derrota del nazismo absoluto.

Tu adiós de rito oscuro para los bienpensantes que se ganan

su muerte de oro en la rive droite.

No increpan a la parca su impúdica costumbre

de sierva antigua y seca.

Cenizas con lacitos, cenizas con anillos.

Cenizas con idiomas, cenizas con silencios.

Los que hablan lenguas vivas con una lengua muerta.

Los que hablan lenguas muertas con una lengua viva.

Los gorriones de Piaf en el burdel antiguo

y sus ojos enfermos de mirar el amor

mancillado, la matriz profanada, la piel

que adorna y viste el cuerpo, la cama, la impudicia.

La Weltenshauung, el agudo zapato de aguja.

Pallack palack este abrigo de cuero el calabozo.

Tu cenizas Celan, Ingeborg Bachmann, Kafka.

Nunca después de Auschwitz siempre en Auschwitz.

Auschwitz aquí quinta avenida de los sin fortuna

Auschwitz allí, Arrabal de La Miseria esquina La Derrota.

Se escribe con minúsculas tras los messerschmitt.

Larga noche de abril de tu inocencia que toman por delito.

Tu cuerpo propiedad tu cuerpo estigma de tu cuerpo.

Ellos tus dueños que no saben de tu propia mano

Ellos tus dueños que no saben de tu propio sueño.

Que dictan la sentencia condenatoria previa,

que dictan la sentencia condenatoria póstuma

ellos tus dueños, que no saben Celan, y viven muertos



Verónica Pedemonte

Diario de Ana Frank

Diario de Ana Frank





A veces todos escribimos el diario de Ana Frank.

No importa si somos palestinos o judíos,

es un diario desde cualquier gueto.

Unos lo escriben con su propia sangre, otros

con un dedo húmedo en el cristal opaco,

o es un violín en el suelo de una casa lejana

el que entonó las graves notas del crepúsculo.

Otros lo escriben con un beso y marcan

con saliva en los labios ajenos un deseo.

Sucede que todos escribimos sobre la ceniza

en el diario vacío de un impúber.

Y así con la esperanza el sueño roto

se agiganta en la noche para nadie.





Verónica Pedemonte

Cuando Europa era el mundo

Paul Celan

Fuga de la muerte

Paul Celan

Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita

Versión de José Ángel Valente




Mandorla


En la almendra -¿qué hay en la almendra?
La Nada.
La Nada está en la almendra.
Allí está, está.

En la Nada -¿quién está? El Rey.
Allí está el Rey, el Rey.
Allí está, está.

Bucle de judío, no llegarás al gris.

Y tu ojo -¿dónde está tu ojo?
Tu ojo está frente a la almendra.
Tu ojo frente a la Nada está.
Apoya al rey.
Así está allí, está.

Bucle de hombre, no llegarás al gris.
Vacía almendra, azul real.

Versión de José Ángel Valente

viernes, 26 de febrero de 2010

Horacio Quiroga. Precursor del realismo mágico

Especialmente dedicado a la revista Artesanías Literarias donde tanto gustan de la literatura uruguaya.


Horacio Quiroga



Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1937), cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes de caza y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires.


El hombre muerto

Horacio Quiroga

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.

Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.

Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.

El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.

La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro.

Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano!

Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún!

¿Aún...? No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: Se está muriendo.

Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura.

Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

El hambre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! y piensa: Es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿No es acaso ese bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce.

Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...

¡Muerto! ¿Pero es posible? ¿No es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa?

¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando.. Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.

¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin dada! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo...

Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.

El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media... El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.

¡Pero no es posible que haya resbalado..! El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre.

¿La prueba..? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.

...Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡ Piapiá!

¿No es eso... ? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo...

¡Qué pesadilla...! ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.

...Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos.

Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla —descansando, porque está muy cansado.

Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas —¡Piapiá!— vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.

miércoles, 17 de febrero de 2010

La carta de liberta de Alicia

Los relojes se doblan pero no te doblegas.


Carta de liberta


Hay en tu corazón música de platino,
hojas frescas de láudano.
Ahora puedes volver de selvas no habitadas,
y tomar el asfalto, tajar la hoja,
hacer tu propia revolución.
No transigir, no envejecer.
Decirle al tiempo E=mc ².
Los relojes se doblan pero no te doblegas.
Entras en ellos dúctil, sin quebrarte.
Qué gran baile de sílabas el tiempo.
De amor y de saliva.

Llegará el día en que propagues
tu carta de liberta, y el mundo
como una gran pasión aplazada
te responda.


Verónica Pedemonte

Cuando Europa era el mundo

Primer Accésit del Premio Internacional Ciudad de Las Palmas

Finalista del Premio Internacional Ciudad de Melilla

Primer Accésit del Premio Internacional Ciudad de Las Palmas (mil gracias a los jurados por entender tan bien este libro, creo que es fundamental tener una óptica no centralista, quizá una óptica "criolla" para entenderlo, y a las pruebas de sus reconocimentos , Melilla y Las Palmas me remito, con un plus de agradecimiento a los poetas canarios por todo en general. )

A través del espejo y lo que Alicia encontró allí

A través del espejo

Alicia se pregunta si es lícito
traspasar el espejo, el hilo
que separa las ánimas virtuales.
¿Será como quebrar la materia de un ángel?.
¿Romper la urdimbre de la telaraña
cubierta de rocío en el fondo del bosque?
Alicia se pregunta qué hará la realidad,
esa gran asesina, con los sueños.




La señora Miniver

Querías ser la señora Miniver
al calor de la lumbre.
Aquel sombrero de ala ancha
para alcanzar
el vuelo de la mente.
La chimenea ardía
con el fuego de Vesta.
Hoy arden los vestigios.
La rosa de tu nombre se marchita
esperando quizá la primavera.
Miniver es muy poco para tan grandes ojos.




La realidad


La realidad no es la Sra. Miniver,
Garson tuvo un romance
con su hijo ficticio.
La realidad es abrir los ojos,
contemplar el desamparo,
la iglesia en ruinas,
y nuestra propia mendicidad
en el espejo dúctil que nos lleva
directos de la nada hacia el mundo de Alicia.
A los no-cumpleaños, a la reina de la baraja
que camina con el hacha en la mano.
Donde todas las rosas carecen de color
y el rojo de la sangre las enciende.
Dejando atrás mansiones
que no cobijan de la lluvia
cuando cesan los bombardeos.
Gatos de rayas que esconden
los sueños en la alfombra.
Y una eternidad de celuloide


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde

Cuando Europa era el mundo

Finalista del Premio Internacional Ciudad de Melilla

Primer Accésit del Premio Internacional Ciudad de Las Palmas

Edición Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria 2006

Feelings

Just an ilusion


En donde nada es cierto.
El átomo vacío.
Más atrás el Big Bang
emite radiaciones.
Las leyes de la relatividad:
Lo que tú crees ser.
Lo que en realidad sos.
Descubre Salomé los siete velos.
Mas veas lo que veas no pierdas la cabeza.
Te hará falta después
cuando tu corazón
atraviese el vacío.



Club exclusivo



What becomes of the broken hearted.
Jimmy Ruffin

Calles en blanco y negro.
En tus ojos
la marca del esclavo.

Tocas en la banda
de los corazones solitarios.

Conseguiste boleto
en el club exclusivo
de las promesas rotas.

Happines, just an ilusion.
Feelings of love,
feelings than wishes.
Feelings*, nothing more ...


Verónica Pedemonte

Cuando Europa era el mundo



* Y nada menos

Caundo Europa era el mundo

Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. El mundo al revés está a la vista: Con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.
PATAS ARRIBA, LA ESCUELA DEL MUNDO AL REVÉS

EDUARDO GALEANO



A flor de piel la emoción en el bolsillo,
no fuera ser, la secuestrara la policía secreta,
y confiscaran la muñeca de trapo.





Hojas vencidas
que el viento se llevó lejos de Tara.
Fantasmas de amor
de cumbres borrascosas.
Hojas caídas
del diario de Ana Frank.
Desde la noche de los cristales rotos.
Las uvas de la ira tornan el vino en sangre.
Descalzos en el Parque de los Aliados.





Por donde pasan los héroes anónimos
destino a Normandía y sin carné.
Ningún invernadero de los Trapp,
Alpes, ni Suiza, donde evadir un peso.
Así, sin vos ni yo,
se hizo un vacío descomunal y supe
que al otro lado de la sombra había
la imagen doble de la cruz gamada.







EL PARQUE DE LOS ALIADOS

El Parque de los Aliados se llama de otro modo.
Los aliados se fueron después de masacrar la hoja.
Hoy, ya nadie se atreve a pronunciar su nombre.
Ese parque servía para tomar el sol,
las hijas de Petersen, de la embajada sueca
dejaban sus melenas platino sobre la hierba.
Tu corazón como un soldado se alistaba
en la banda de los corazones solitarios.
Cruzabas la hierba azul, un pura sangre,
que el tiempo congelaba en la memoria.
Más allá el Hospital Central dictaba cartas
sobre la vida y la muerte desde afilados escalpelos.
Llegabas a la hora de la cena y yo reconstruía para ti
el puzzle misterioso de un hogar.
Ese parque servía, como todos los parques,
como todos los parques sin alianzas,
para decir regreso, después de atravesarlo.

Verónica Pedemonte

Cuando Europa era el mundo

miércoles, 10 de febrero de 2010

The Fairy Dance. Carolina Eliza Scott

The Fairy Dance


The fairies are dancing — how nimbly they bound!
They flit o'er the grass tops, they touch not the ground;
Their kirtles of green are with diamonds bedight,
All glittering and sparkling beneath the moonlight.

Hark, hark to their music! how silvery and clear —
'Tis surely the flower-bells that ringing I hear, —
The lazy-wing'd moth, with the grasshopper wakes,
And the field-mouse peeps out, and their revels partakes.

How featly they trip it! how happy are they
Who pass all their moments in frolic and play,
Who rove where they list, without sorrows or cares,
And laugh at the fetters mortality wears!

But where have they vanish'd? — a cloud 's o'er the moon,
I'll hie to the spot, — they'll be seen again soon —
I hasten — 'tis lighter, — and what do I view? —
The fairies were grasses, the diamonds were dew.

Carolina Eliza Scott

martes, 9 de febrero de 2010

Alicia a través del espejo

Por si una segunda parte (que nunca fueron buenas) de Cuando Europa era el mundo (A través del espejo)





Elogio de la mala Alicia

a Josefa Parra


Alicia , yo te hubiera dejado crecer como una mala hierba en Wonderland...

Enrique Mercado



Si un susurrador de caballos hubiese susurrado
al oído de kissinger :deja crecer la hierba en Wonderland,
quizás Alicia no hubiese visto todo el revés del mundo.
Ni los amigos ni los trenes ni los cumpleaños
habrían cambiado de hemisferio, y la reina de la baraja
no hubiera usado picas si hubiese corazones.
Alice, yo te hubiera dejado crecer en Wonderland
como una hierba venenosa que alimentase a los caballos
de los generales en los días de no-cumpleaños.


Verónica Pedemonte

lunes, 8 de febrero de 2010

Corrijo desastres tipográficos ajenos y despistes propios

Cuídate, España, de tu propia España


¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!...



XIV de España, aparta de mí este cáliz



César Vallejo

Ortografía

¡Cuídate de las páginas sueltas
de Vallejo en la Red!

¡Cuidate de los filólogos sin ortografía
y de la ortografía sin filólogos!

¡Cuídate de los impetuosos que publican sin mirar
y de los que miran sin leer!

¡Cuídate de la limpieza de sangre
y de la sangre sin limpieza!

¡Cuídate de los católicos con odio
y de los que odian a los católicos!

Cuidate de los que llaman a los ateos quemaconventos
y a los católicos tragahostias.

En fin España, cuidate todo lo que puedas,
antes de provocar otros exilios.


Salud !

Cesar Vallejo

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

C. V.



XIV- Cuídate España de tu propia España.

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima apesar suyo,
del verdugo apesar suyo
y del indiferente apesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaberas!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!

C. V

sábado, 6 de febrero de 2010

Feria infantil

Quizá no fuera la melancolía
la que avivó el compás y la memoria
sentada en una esquina de la gloria
transubstanciada con tu compañía.


Quizá no fuera ayer la algarabía,
de la feria infantil, aquella noria,
fuera un retazo de cualquier historia
donde puso su clave la alegría.


Quizás ni ayer ni hoy sino mañana
en un bucle del tiempo misterioso
de otra dimensión desconocida.

En el número áureo de otra vida
en que yo te ofreciera la temprana
rosa nocturna de un adiós glorioso.

Verónica Pedemonte

Añadido en antología posterior a Lenguas de fuego (título-homenaje a Lenguas de Diamante de Juana de Ibarbourou) (Hampshire, 2005, bilingüe)

jueves, 4 de febrero de 2010

Manuel Pacheco

PARA CURAR LA POESÍA


Al hombre le dicen:

Tienes que definirte,

es peligroso ser tú,

tienes que firmar documentos,

teñirte el alma de un color.

Tener a punto tu carnet de identidad.

Tienes que cumplir las leyes establecidas

aunque esas leyes carcoman tu alma.


La proporción es directa

como describir el ojo podrido

de la civilización de nuestro siglo XX.

Los matemáticos desnudan

los números, los quedan en los huesos

y hacen pruebas para que todo salga exactamente bien.

Las pruebas de la poesía salen siempre mal,

porque si el grito numeralmente humano de la poesía

saliera matemáticamente bien, no sería exacto.

Entonces, poetas, creo, creemos,

que para curar la poesía

no sirve la belleza.


Manuel Pacheco

lunes, 1 de febrero de 2010

Space Dementia

Horacio


Como siempre, Space Dementia está aquí para denunciar la demencia social como síntoma. Para recordar los progresos de la antipsiquiatría y la claridad de visión de autores como Jervis, Laing, Cooper o Fromm.
Erich Fromm y su Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, por ahí debimos empezar, Horacio. Pues para el mundo de la razón hemos de usar el lenguaje de la razón, para el mundo de la psicopatía ¿qué lenguaje es posible usar? O ¿cómo habla el ciudadano con el poder psicópata?
¿Habla la sociedad de la abundancia a través de sus síntomas? ¿son sus síntomas los ciudadanos obesos? No los que por alguna disfunción glandular no pueden controlar su peso como quisieran, sino los obesos de la mala alimentación, del sándwich y el refresco de cola a todas horas (lejos de la dieta mediterránea, también en la palabra) del sedentarismo frente al ordenador que amenaza convertirnos a todos en los pasajeros espaciales de Wall-E.
¿Habla la sociedad de la abundancia a través de sus chicas famélicas, devoradas por la anorexia o la bulimia? ¿no es la anorexia una espeluznante metáfora de la sociedad del bienestar que no ve las costillas de los hambrientos?
El lenguaje de la razón, he aquí el único lenguaje que contempla como correcto la psicopatología de Occidente. Todo ha de ser traducido al lenguaje de la razón y sus códigos. No importa que ese lenguaje sustente los hechos más atroces o irracionales. Se trata de traducir a un código ético válido para la hipocresía social y la demencia social, cualquier acto, sea éste o no aceptable para el idioma del corazón. Para el latido profundo de la tierra, el sonido abisal de los océanos, la pequeña caricia de la luciérnaga en la sombra. Lo importante, señoras y señores, es legitimar.

Space Dementia, bueno es recordar que uno de los primeros hospitales psiquiátricos se llamó Hospital de los Inocentes. Y es que los culpables siguen en la calle.


Las canciones de locura fueron muy populares en los siglos XXVII y XVIII. Tom O'Bedlam , one of the earliest documented, was presented at court in 1618. Tom O'Bedlam, uno de los primeros casos documentados, se presentó en la corte en 1618. Una doncella en Bedlam se basa en una primera canción, El lamento del negro [en Bedlam], alrededor de 1735-40.
Bedlam fue originalmente (1247) un convento de la orden de Santa María de Belén (Bedlam es la abreviatura de Belén). Durante el siglo XVIII era una diversión popular visitar el hospital para ver las travesuras de los pobres presos. Se dijo que el hospital se dio cuenta de un ingreso de cuatrocientas libras al año de los visitantes.
En el Museo de Londres hubo una exposición sobre “la fascinante historia del Bethlem Royal Hospital, 750 años de historia antigua , conocido popularmente como 'Bedlam', la institución más antigua del mundo al cuidado de las personas con trastornos mentales. Ha sido una parte de Londres desde 1247 y muchas personas, ricos y pobres, han desempeñado un papel en su historia. “


El film Hospital Psiquiatrico de Bedlam, 1944, producido por Lewton, quien firma también el guión con uno de sus directores habituales, Mark Robson, trata una historia inspirada en un cuadro de William Hogarth del siglo XVIII, dedicado al hospital psiquiátrico de Bedlam. En pleno Siglo de las Luces, donde se supone que la razón impera por doquier, la institución es empleada para deshacerse de personas incómodas, alegando su supuesta locura, o para entretenimiento de ricos ociosos, que ríen con los hábitos impredecibles de los locos. El señor Sims, director del centro, no es inocente al respecto. Y Nell, la cortesana , tampoco muestra demasiada compasión. Pero provocada por Sims, y animada por el ejemplo de un cuáquero, aprenderá a tener lástima de los enfermos, y descubre detrás de ellos a seres humanos. Lo que contraría sobremanera a Sims, que se las arregla para que declaren loca a Nell y la recluyan en el manicomio.

Como estudiante de psicología tuve ocasión de acercarme al horror que todavía significaban algunas instituciones. Califico de héroes a mis profesores de la Regio Emilia, encabezados por Franco Basaglia.
Así pues Horacio, de lo que hay en el cielo y en la tierra, líbrenos Shakespeare... del mal que causan los que hacen inventario.


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde , El Puerto de Santa María, 1 de febrero de 2007