lunes, 31 de enero de 2011

El sol en la ventana de invierno

BOLCHEVIQUE


He tomado el Palacio de Invierno.
Se lo llevó un turista piedra a piedra
y lo dejó en el Bronx.
Lleno de zares muertos
como estatuas de cera
de la torre de Londres.
No sé por qué alguien dijo:
¡Bolchevique!

Como no tenía ganas
de escuchar a los muertos
discretamente los mandé callar.
Fueron dóciles, en el fondo,
los muertos son dóciles.
Tuve que abrir las ventanas
al frío sol de invierno,
tu amor no aparecía.
Y lavé la vajilla imperial
prácticamente a mano.
El sol entraba por la ventana
y los muertos se desintegraron.
Pero no encontré tu amor.
Con lo bien que hubiera estado amarte
en los jardines de recreo
sobre una bandera roja.

Verónica Pedemonte


Dulcinea en Manhattan

Premio Internacional Kutxa Ciudad de Irún (Ed. Kutxa)
Actualmente disponible en Megadenda (para los que preguntaron).

Milena

MILENA *

Milena tiene frío y sus pies en la nieve
se hunden hasta los tobillos.
Se acerca a la ventana de la felicidad ajena.
Como a un escaparate de juguetes.
Muñecas en brazos de su madre
en una habitación con chimenea.
Un padre que acaricia.
Bandeja de dátiles prohibidos.
Recuerda su casa de Rusia.
Aquel cuadro de Lenin ahora roto.
Prohibido por los zares.
Y su abuela ortodoxa rezando el rosario,
prohibido por los zares.
Un retrato de su bisabuelo,
esclavo liberto del príncipe Tolstoi.
Y su corazón se llena de estalactitas.
La gente pasa a su lado y ven de sesgo
a una joven perdida entre la niebla .
Pasan de largo, camino de sus bienes,
como pasan los zares de este mundo.
El corazón helado hasta los tobillos.


Cuando Europa era el mundo

Primer Accésit del Premio Ciudad de Las Palmas
(Ed. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 2006)

* Homenaje a Milena Jasenská, en quien me inspiré para este poema, aunque ella no era rusa sino checa. Sus huesos fueron a parar al campo de concentración de Rawensbruck .

Palacio de invierno

EL PALACIO DE INVIERNO


Asalté los perfumes,
las sedas, los brocados,
las tacitas de plata,
la porcelana francesa,
las camas con dosel,
el rouge y los botines de charol.
Y les di un uso inconveniente.
La seda y el brocado
curaron mis heridas
sobre la cama con dosel.
Cinco horas después de las cinco
serví absenta en tacita de plata.
Rompí la porcelana.
Con los botines de charol,
el perfume y el rouge
atravesé las calles enfangadas
para entregar mi amor a un intocable.


Verónica Pedemonte

Dulcinea en Manhattan

Clases de zen

INTRODUCCIÓN AL BUDISMO
(Clases de zen)

Y vino Juan Descalzo y me dijo:
Quédate un rato al lado de los pobres.
Viendo como no comen,
viendo como no lloran,
cómo no son felices ni infelices
con aquello que tienen o no tienen.
Hazlo ahora, ¡deprisa! .
Antes que sea demasiado tarde,
pase por ti la vida
en ráfaga cruel y te despoje
de cuerpo y de belleza.
Entra un rato y aprende
de los desposeídos.

Verónica Pedemonte

Dulcinea en Manhattan

Himno

HIMNO



A un paso del expolio
y a un renglón de la muerte
la vida con sus letras me reclama.
Feroz voy al combate.
Los gritos de la gleba son mi himno.


Verónica Pedemonte

Dulcinea en Manhattan

Tercer milenio

Tercer milenio



La gleba avanza
con sus trajes raídos
y ojos como lágrimas,
en este frío invierno de estalactitas.
Venden su vida al peso, su dolor al peso,
que no vale un euro.
En este frío invierno,
en donde la esperanza
es una estatua congelada y la libertad
escapa por los ojos de los justos.


Verónica Pedemonte

Dulcinea en Manhattan

viernes, 28 de enero de 2011

Arthur Rimbaud, 1854-1891, 2011

La particular visión de Rimbaud sobre la revolución francesa.



El herrero

Arthur Rimbaud


Con el brazo en la maza gigantesca, terrible
de embriaguez y grandeza, frente ancha, boca enorme
abierta, cual clarín de bronce por la risa,
con su hosca mirada, sujetando a ese gordo,
al pobre Luis, un día, le decía el herrero
que el pueblo estaba ahí, girando en derredor,
y arrastrando su ropa sucia por las paredes
doradas. Y el buen rey, de pie sobre su tripa,
palideció, cual reo que llevan a la horca;
mas, como can sumiso, el rey no protestaba,
pues el hampón de fragua, el de los anchos hombros,
contaba viejos hechos y cosas tan extrañas
que fruncía la frente, herida de dolor.

«Pues sepa usted, señor, cantando el tralalá
llevábamos los bueyes a los surcos ajenos:
el canónigo, al sol, tejía padrenuestros
por rosarios granados con claras perlas de oro,
el señor, a caballo, tocando el olifante,
pasaba; con garrote, el primero, con látigo,
el otro, nos zurraban. –Como estúpidos ojos
de vaca, nuestros ojos ya no lloraban; íbamos...
y cuando como un mar de surcos, la comarca
dejábamos, sembrando en esa tierra negra
trozos de nuestra carne... nos daban la propina:
incendiaban de noche nuestra choza; en las llamas
ardían nuestros hijos cual tortas bien horneadas.

«¡No me quejo, qué va! Te digo mis manías,
en privado. Y admito que tú me contradigas.
¿Acaso no es hermoso ver en el mes de junio
cómo entran en la granja los carros llenos de heno,
enormes, y en los huertos oler, cuando llovizna,
todo cuanto germina por la hierba rojiza;
ver en sazón la espiga de los trigos granados, ,
y pensar que un buen pan se anuncia en los trigales...?
¡Aún hay más: iríamos a la fragua encendida,
cantando alegremente al ritmo de los yunques,
si al menos nos dejaran coger unas migajas,
hombres, al fin y al cabo, de cuanto Dios ofrece!
–¡Y siempre se repite la misma y vieja historia...!

«¡Pero ahora ya sé: y no puedo admitir,
teniendo dos manazas, mi frente y mi martillo,
que alguien pueda llegar, con el puñal en ristre,
para decirme: Mozo, siembra mis sembradíos,
y que en tiempo de guerra vengan para llevarse
mi hijo de su casa, como algo natural!
–Yo podré ser un hombre; tu podrás ser el rey,
y decirme: ¡Lo quiero! Te das cuenta, es estúpido.
Crees que me entusiasma ver tu espléndida choza,
tus soldados dorados, miles de maleantes,
tus bastardos de dios, como pavos reales:
han vertido en tu nido el olor de las mozas
y edictos condenándonos a vivir en Bastillas;
gritaremos: ¡Muy bien: de rodillas, los pobres!
¡Doraremos tu Louvre dándote nuestros reales!
y te emborracharás, armando la gran juerga.
–Mientras ríen los amos pisando nuestras frentes.

«¡Pues no; tales guarradas son de épocas pretéritas!
El pueblo ya no es una puta. Tres pasos
dimos y hemos dejado la Bastilla en añicos.
Esta bestia sudaba sangre por cada piedra;
daba asco ver aún alzada la Bastilla,
con sus muros leprosos, contando lo ocurrido
y encerrándonos siempre en su prisión de sombra.
–¡Ciudadano!, el pasado siniestro, entre estertores
se derrumbaba al fin, al conquistar la torre.
Algo como el amor el corazón henchía
al tener nuestros hijos contra el pecho, abrazados.
Y, como los caballos de ollares turbulentos,
íbamos, bravos, fuertes, y nos latía aquí.
Íbamos bajo el sol, así, la frente alzada,
por París. Se paraban ante nuestros harapos.
¡Por fin! ¡Éramos Hombres! Pero estábamos lívidos,
señor, aunque embriagados de esperanzas atroces:
y, cuando al fin llegamos ante las negras torres,
blandiendo los clarines y las ramas de roble,
con las lanzas alzadas... ya no sentimos odio,
–¡Nos creímos tan fuertes que quisimos ser mansos!

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¡Desde aquel día heroico, andamos como locos!
Oleadas de obreros han tomado la calle
y, malditos, caminan, muchedumbre que espectros
sombríos acrecienta, hacia el hogar del rico:
yo corro junto a ellos a matar al chivato:
corro, por París, negro, con el martillo al hombro,
hosco, por los rincones, liquidando truhanes...
¡Si te ríes de mí, soy capaz de matarte!
–Puedes contar con ello, no repares en gastos
junto a tus hombres negros, que aceptan nuestras quejas
y se las van pasando, como sobre raquetas,
mientras dicen, bajito, ¡los muy golfos!: «¡Qué tontos!»,
para apañar las leyes y sacar octavillas
con hermosos decretos color rosa y basura,
jugando a hacerse un traje al crear otro impuesto,
antes de taponarse la nariz si pasamos.
–¡Nuestros representantes piensan que somos mugre!
Para quien sólo teme las bayonetas, basta...
¡Abajo sus petacas atestadas de argucias!
¡Estamos hasta el gorro de estas seseras planas,
y de estos gilipollas! ¡Pero, ésta es la comida
que nos sirves, burgués, cuando estamos feroces,
ahora que rompemos los báculos, los cetros!»

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Lo agarra por el brazo, arranca el terciopelo
de las cortinas: «¡Mira!»» En los inmensos patios
la muchedumbre hierve igual que un hormiguero,
la muchedumbre aciaga con su fragor de ola,
ululando cual perra, bramando como un mar,
con sus broncos garrotes, con sus picas de hierro,
sus tambores, sus gritos de mercado y pocilga;
montón negro de andrajos que gorros rojos tiñen.
¡El hombre se lo muestra por la ventana abierta
al rey que suda, pálido, y que se tambalea,
enfermo, al contemplarlo!

«Es la Crápula, señor.
Babea por los muros, crece, se agita, inmensa:
–¡Pero, al no comer, son, señor, los miserables!.
Yo soy un simple herrero: mi mujer va con ellos,
¡loca!, pues cree que hay pan en Las Tullerías.
–Nos echa el panadero de la tienda, por pobres.
Tengo tres hijos. Soy crápula. –Y conozco
viejas que van llorando bajo sus viejas cofias
porque alguien les quitó su muchacho o su chica:
Es la crápula. Uno residió en la Bastilla,
otro era un presidiario: los dos son ciudadanos
honrados. Y aunque libres los tratan como a perros:
¡los insultan! Y sienten cómo les duele ahí,
algo. ¡No pasa nada! Pero es triste; y al verse
rota el alma, y al verse por siempre condenados,
están aquí, ahora, ¡gritándote a la cara!
¡Crápula! También hay, dentro, chicas, sin honra
porque (vos lo sabéis, que la mujer es débil)
Señores de la corte (y que siempre consiente)
les habéis escupido en el alma, por nada.
Ahora están ahí, las que amasteis. –La crápula.

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¡Todos los desgraciados, cuyas espaldas arden
bajó un sol inclemente, avanzando, avanzando,
sintiendo que el trabajo les revienta la frente;
–descubríos, burgueses–, éstos sí son los hombres!
¡Somos obreros, señor, obreros preparados
para la nueva era que pretende saber:
el hombre forjará del alba hasta la noche,
cazador de los grandes efectos y sus causas,
tranquilo vencedor domeñará las cosas
hasta montar al todo cual si fuera un corcel!
¡Espléndido fulgor de las fraguas! ¡No existe
ya el mal! Lo que ignoramos, tal vez sea terrible:
¡lo sabremos! Empuñando el martillo, cribemos
todo cuanto aprendimos: luego, hermano, ¡adelante!.
A veces tengo un sueño enorme y conmovido:
vivo con sencillez, ardientemente, nada
malo sale de mí, bajo la amplia sonrisa
de una mujer que amo, con noble amor trabajo;
¡y así trabajaríamos, ufanos, todo el día,
escuchando el deber cual clarín clamoroso!
¡Qué felices seríamos! Y nadie, nadie digo,
vendría a doblegarnos; no, sobre todo, ¡nadie!.
Tengo el fusil colgado sobre la chimenea...

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«El aire está preñado de un aroma de guerra.
¿Pero qué te decía? ¡Ah! Que soy chusma; vale.
Y quedan todavía soplones y logreros.
Nosotros somos libres y sufrimos visiones
donde nos vemos grandes; ¡grandes! Ahora mismo,
¿no hablaba del deber tranquilo, de una casa...?
¡Contempla, pues, el cielo! –Lo encontramos pequeño:
¡palmarla de rodillas y con tanto calor!
¡Contempla, pues, el cielo! –Yo me voy con mi gente,
con esta chusma enorme y horrísona que arrastra,
tus cañones decrépitos por el sucio empedrado.
–Cuando nos maten, señor, los habremos lavado.
–Y si al vernos gritar, si ante nuestra venganza,
las patas de los reyes viejos y pavonados
lanzan sus regimientos, de gala, contra Francia,
allí estaréis vosotros. ¡Pues, a la mierda, perros!»

–Volvió a echar su martillo al hombro. El gentío
junto a este gigante se sentía embriagado,
y, por el patio inmenso, por los apartamentos,
donde París jadeante ululaba feroz,
un temblor sacudió la muchedumbre inmensa.
Entonces, con su mano, coronada de mugre,
aunque el panzudo rey sudaba, el herrero,
terrible, el gorro rojo, a la cara le arroja.










Muertos del 92


Franceses de Mil ochocientos setenta, bonapartistas, republicanos, acordaros de vuestros padres de Mil setecientos noventa y dos (Paul Cassagnac)



Muertos del Noventa y dos y del Noventa y tres,
que, pálidos del beso que da la libertad,
tranquilos, destrozasteis con los zuecos el yugo
que pesa sobre el alma y la frente del mundo;

Hombres extasiados, grandes en la tormenta,
vosotros, cuyo amor brincó envuelto en harapos,
soldados que la muerte sembró, amante noble,
para regenerarlos, por los antiguos surcos;

cuya sangre lavó la grandeza ensuciada.
Muertos allá en Valmy, en Fleurus, en Italia
millón de Cristos, muertos, de ojos dulces y oscuros,
dormid con la República, mientras nosotros vamos
doblados bajo reyes como bajo una tralla.
–Pues son los Cassagnac* los que ahora os recuerdan.

A. R.






*Periodista que, en julio de 1870, llamaba a los franceses a la guerra contra los prusianos, apelando al recuerdo de las grandes guerras revolucionarias, cuando Francia fue invadida por sus vecinos monárquicos del Este. El último verso nos sugiere la indignación e ironía de Rimbaud frente a la explotación patriotera de los muertos llevada a cabo por el periodista. El resto del poema es una invocación sentida de los soldados de la república francesa.

viernes, 21 de enero de 2011

Esquiroles

DONCELLA DE ORLEANS


No puedo convivir ya con vosotros.
Fuisteis los esquiroles de la melancolía.
¿Y ahora qué sois? Miraos.
Cobradores del frac de las vidas a plazos.
Estafadores de donantes de sangre.
La rebelión es una doncella muerta.
La justicia lleva la venda sobre el corazón.
Ya no es ciego el amor ni comunista.

Verónica Pedemonte

Dulcinea en Manhattan , Kutxa Irún

jueves, 20 de enero de 2011

Preocupación por el lince

El lince en peligro de extinción. Preocupación por si en el ecosistema de Doñana se instalase la Idiocracy.

miércoles, 12 de enero de 2011

El poder de la palabra. Pobres, negros, indios, y mujeres.

"Ahora, además de los pobres, la teología de la liberación también asumió la causa del negro, del indio y de la mujer", lo dijo recientemente monseñor Casaldáliga, que optó por permanecer en la Amazonía para estar cerca de los más desfavorecidos pese a haber sido jubilado por edad.

Bueno, así las cosas, yo lectora que estimo los esfuerzos de seglares, anarquistas o laicos en función de nuestra integración, me dirijo a un individuo occidental heterosexual adulto universitario que funciona en sociedad y a veces llega bien a fin de mes y otras no (no tanto como la señora Aguirre que no conozco si padece problemas de género )y le pregunto ¿qué piensa usted por la mañana si se levanta y después del café encuentra en el periódico la siguiente noticia ? : "Religioso español con corazón de oro se retira del mundo para entregarse en cuerpo y alma al cuidado de niños, vietnamitas lisiados a causa de la guerra, gitanos expulsados de Europa y hombres".

Reflexionando sobre el tema pensé que yo también debería haberme quedado en la Amazonía , después de haberme molestado en nacer tan cerca, con infinito menos mérito que monseñor que nació en Cataluña. Pero no pudo ser, porque los que entonces rozaban las muy santas causas de los pobres , los indios, los negros y las mujeres eran todos gente rarísima y amigos de mi padre, de modo que mi mamá , probablemente con conciencia de género me trajo de una trenza para Europa. Y como mi trenza era alsaciana y mi abuelo mandó que me corrigieran el acento, he podido pasar desapercibida como blanca políglota de estudios diversos, así no más. Hasta el día primero en que me aceptaron, después de pelear hombro con hombre, en el maravilloso colectivo lisiado al que afortunadamente pertenezco.

martes, 11 de enero de 2011

El glamour de Bugs Bunny

Me gustan los manjares que se hacen a fuego lento, suelen ser exquisitos. Pero a día de hoy la velocidad, en lo que sea, suele llevarse la palma y la palmera (a toda velocidad se merienda la palmera macho ese intruso que es el picudo rojo, nada que ver con la política, no teman). Aunque lo precoz tenga tan mala prensa.

La velocidad que impide ver los paisajes en los trenes de alta velocidad y la velocidad con que caen hoy inmobiliarias y todo tipo de inversiones en el mercado de según qué valores.
No los valores que construyeron tan lentamente los derechos con la sangre de los obreros, no los valores de la ética y la estética de fraguar despacio un mundo más justo, más bello y más humano.

Sino los valores de una vida donde los sueños, los trabajos, los días , y hasta los amores (cómo no, ya no hace falta repoblar el mundo occidental de la posguerra, pero no lo digamos muy fuerte )son de usar y tirar.

Por eso en la fábula de la liebre y la tortuga todos los niños votábamos por la tortuga(nos costaba tanto escribir cien veces tantas tonterías inútiles) y no por esa liebre loca y sádica como Bugs Bunny , mascota de escuadrones y cocainómana (también para Lewis Carroll) antipática y presuntuosa que se echaba a dormir mientras la voluntad de la tortuga llegaba a su meta.

Voluntad o astucia. Como la astucia del ratón de campo frente al gran dinosaurio, y ¡ay! se despertó y el dinosaurio ya no estaba ahí.

Además, la libre siempre puede encontrar un buen acomodo en una sucursal de Play Boy, aunque en la vida pierda las metas, las suyas y las de otros.

¡Qué glamour! El de la tortuga. Y sin tirar ropa interior a ningún torero.

sábado, 8 de enero de 2011

από την αορνος στον παράδεισο

El infierno es un lugar sin pájaros (Virgilio).



MUEREN LOS PÁJAROS EN GALILEA

Volveremos a vernos dentro de un momento…
dentro de un año… dos… una generación,
ella fotografió
veinte jardines
y los pájaros de Galilea
y después partió en busca
más allá de los mares
de un nuevo sentido de la libertad
-Mi país, tendedera
para los paños de sangre vertida
cada minuto
después ella se tendió sobre la playa
arenas… y palmeras
-ella no sabe-
¡Oh Rita! te hemos dado
yo y la muerte
el secreto de la alegría marchita en las fronteras
nos hemos renovado
yo y la muerte
sobre tu primer frente
y en la ventana de tu casa
somos dos rostros
yo y la muerte
por qué me huyes ahora
por qué
por qué huyes ahora
lo que transforma a las espigas en pestañas de la tierra
lo que transforma al volcán en otra cara del jazmín
yo tomo el beso
en el filo de los cuchillos
inscribámonos pues en la carnicería
han caído las nubes de pájaros
en los pozos del tiempo
como hojas superfluas
y yo, yo arranco alas azules
Oh Rita
soy la piedra-testigo de la tumba
que crece
soy aquél
cuyas cadenas marcan la piel
en una geografía de la patria.

Mahmoud Darwish

sábado, 1 de enero de 2011

Paz y amor

No hay un camino para la paz, la paz es el camino.

Mahatma Gandhi