Te vi venir
como un ángel oscuro,
perdida la esperanza,
y ya sin alma.
Terrible tu silueta,
con las manos vacías.
Hiciste una hipoteca,
esto para David,
esto para Goliat.
Fue una tarde
siniestra de diciembre
que cantaban en coro
los ángeles sin sexo,
cuando encontré
sellado con tu sangre
un sobre que decía:
Este laurel
donde la gloria falta.
Veronica Pedemonte
Esclavos y libertos, Gerardo Diego 2000, Editorial cervantina, Santander
viernes, 29 de enero de 2010
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