Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. El mundo al revés está a la vista: Con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.
PATAS ARRIBA, LA ESCUELA DEL MUNDO AL REVÉS
EDUARDO GALEANO
A flor de piel la emoción en el bolsillo,
no fuera ser, la secuestrara la policía secreta,
y confiscaran la muñeca de trapo.
Hojas vencidas
que el viento se llevó lejos de Tara.
Fantasmas de amor
de cumbres borrascosas.
Hojas caídas
del diario de Ana Frank.
Desde la noche de los cristales rotos.
Las uvas de la ira tornan el vino en sangre.
Descalzos en el Parque de los Aliados.
Por donde pasan los héroes anónimos
destino a Normandía y sin carné.
Ningún invernadero de los Trapp,
Alpes, ni Suiza, donde evadir un peso.
Así, sin vos ni yo,
se hizo un vacío descomunal y supe
que al otro lado de la sombra había
la imagen doble de la cruz gamada.
EL PARQUE DE LOS ALIADOS
El Parque de los Aliados se llama de otro modo.
Los aliados se fueron después de masacrar la hoja.
Hoy, ya nadie se atreve a pronunciar su nombre.
Ese parque servía para tomar el sol,
las hijas de Petersen, de la embajada sueca
dejaban sus melenas platino sobre la hierba.
Tu corazón como un soldado se alistaba
en la banda de los corazones solitarios.
Cruzabas la hierba azul, un pura sangre,
que el tiempo congelaba en la memoria.
Más allá el Hospital Central dictaba cartas
sobre la vida y la muerte desde afilados escalpelos.
Llegabas a la hora de la cena y yo reconstruía para ti
el puzzle misterioso de un hogar.
Ese parque servía, como todos los parques,
como todos los parques sin alianzas,
para decir regreso, después de atravesarlo.
Verónica Pedemonte
Cuando Europa era el mundo
miércoles, 17 de febrero de 2010
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