martes, 6 de abril de 2010

Dulcinea en Manhattan

Por si el acoso (que empezó en 2003 ) y las dudas de algunos.



Dulcinea deja la lira


Yo amaba a la Lírica
como se ama a una bailarina del Bolshoi.
Por su cuello de cisne,
su cuerpo esbelto
y su mirada altiva.
Pero se acabó el baile y ahora debo
llevar la prosa a cabo
como feliz Aldonza.
Lejos el paraíso de lo etéreo.
Las estrellas del sueño de Huidobro.
Y ese cálido abrazo que me dabas
con diecisiete años.





Doncella de Orleans


No puedo convivir ya con vosotros.
Fuisteis los esquiroles de la melancolía.
¿Y ahora qué sois? Miraos.
Cobradores del frac de las vidas a plazos.
Estafadores de donantes de sangre.
La rebelión es una doncella muerta.
La justicia lleva la venda sobre el corazón.
Ya no es ciego el amor ni comunista.






Incrédulo

Si no crees que puedes cambiar,
estás echando flores a la muerte,
comulgando con ruedas de molino.
Si no crees que es posible
la transmutación de los cuerpos
y la transformación de las almas,
invierte tu dinero en mausoleos
y tus acciones cotizarán en tumbas.
Si no eres realista y pides lo imposible
ve a beber de la fuente estancada,
establece un pacto con el suicidio.
Harás un bien al mundo,
a ti un favor.




Helen Espinosa se queja

Todas las normas me han violado, señor Juez.
Me han rasgado el vestido
y me han herido el sexo.
No iba descocada, señor Juez,
era un largo Cocó a la rodilla.
Y sin embargo, no tuvieron piedad,
aplastaron mi NIF y mi fotografía.
Se quedaron con mi tanto por ciento.
Mi trozo de pastel, mi tierna imagen,
de niña de buena familia que no rompe platos.
¿Platos? Cayeron sobre mi cabeza.
¿Qué no me defendí bastante?
Puse la otra mejilla como buena cristiana.
El señor Juez* ya decidió arrestarme.
Por mi mala conducta.
Mi aspecto temerario.
Y ese aire terrible
de quien no cree en las normas.


*Juez era el apellido del señor.




Himno


A un paso del expolio
y a un renglón de la muerte
la vida con sus letras me reclama.
Feroz voy al combate.
Los gritos de la gleba son mi himno.




Los santos adolescentes


El hábil inca que en tu mano reza
me condujo al altar.
La revolución era un pañuelo
rojo en tu camisa.
El pelo heroico al viento
de tu discurso ardiente.
Y qué traición la tuya,
dejarme así, a medio morir,
el corazón en el mármol.
Sin consumar el sacrificio.
Vagué sin brújula
por el espacio tiempo.
Un vuelco del destino
me hizo volver de nuevo.
Tu corazón dormía
en el altar del índice Nikkei.
La rebelión era un pañuelo desteñido.
Recuperé mi corazón.



12 de Octubre

( Museo precolombino )


El dios tolteca me mira de soslayo
Y me invita a tomar su postura
de siglos en reposo,.
Miro a la piedra y solicito:
Piedad para los vivos.


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde


Dulcinea en Manhattan Premio Internacional Kutxa Ciudad de Irún

Presentado en Irún 2002. En La Fundación Alberti como "Dulcinea en Nueva York" El Puerto de Santa María . Marzo de 2003, por Antonio Orihuela,junto al Director General del Libro Archivos y Bibliotecas y el Director de Patrimonio del Puerto de Santa María,en la Fundación Caballero Bonald por J. J.Téllez (2003).
Y FNAC de Sevilla, Agosto 2007.


Todos mis premios me fueron concedidos sin ningún padrino y sin ninguna relación entre esta escritora y los jurados o instituciones. Hasta del Ciudad de Mellilla del que fui finalista conservo reseña por si alguien tuviese alguna duda. Y, por supuesto, mis premios existen, aunque quizá alguien tiene la esperanza de que no hubieran existido. Lo lamento. En cuestiones de filosofía exquisita existir o no existir son delicuescentes delicatessen. Ser o no ser es otra cosa.

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