sábado, 17 de abril de 2010

El precio de los pródigos

El precio de los pródigos


A mi madre




Subí la escalera de hierro que daba el piso de arriba. Mi abuela acababa de dar un abrazo a mi madre después de doce años. Apenas una lágrima que no acabó de salir de su ojo y ella hizo bajar lentamente por su garganta. Hacía frío. La virgen de la hornacina nos miraba con sus ojos duros como escarabajos de cristal negro, ¿sabes Platero?.
Sentí que venía de un mundo rebosante de sentimientos para habitar un mundo de sentimientos ajusticiados. De un mundo de sentimientos condenados, temblando en la galería de la muerte, a un mundo donde los sentimientos esperaban un indulto, una amnistía que por fin les dejara vivir en paz, manifestarse como en los viejos tiempos. Y en ese intercambio imposible de una tierra enferma sin libertad y sin aire, de un reino herido, sin rey y sin Lanzarote, con un país que estaba perdiendo para siempre Excalibur, la espada de la Virtud y el escudo de la Verdad, Lau y yo estábamos en tierra de nadie. Flotando en el espacio intangible de un libro de familia declarado apátrida, con un carnet de identidad con huellas dactilares diminutas que decía:
Laureada Firenze,uruguaya cuatro años, tez blanca, pelo oscuro, iris negro, arco iris de ensueño, infancia iridiscente.
Venezia Firenze, uruguaya, siete años, tez blanca, pelo claro, iris verde, iridiscente soledad, orgullo iridiscente.

La Dama del Lago amenazaba con llevarse Excalibur, enterrar el sueño de Camelot bajo las aguas turbias, llenas de algas desoladas, sueños perdidos, héroes ahogados.
Lau y yo de la mano, en el bosque encantado de noche, vimos a mamá llorando. Tenía los pies descalzos, y el pelo rubio lleno de verdín. Lau y yo la abrazamos. Sin decir palabra, le dimos la mano, una a cada lado, y seguimos buscando el camino, algún sendero lleno de luz que nos llevara a casa. Sabíamos que la harían pagar un alto precio. Que su carta de liberta aún quedaba lejos, que el precio de la vida no era suficiente, había que dar más. Después de un campo de exterminio, una siberia helada. El precio de los pródigos.




Verónica Pedemonte Morillo-Velarde

(Viaje circular, Beca a la Creación literaria Junta de Extremadura, 1999)

1 comentario:

  1. Aunque esto es ficción y recreación, con base real, me apetece contar que en mi país de origen se consignan tanto el color de ojos y de piel como el de iris y cabello, incluso si se trata de un carnet de identidad para una niña (que sólo es expedido en circunstancias excepcionales).

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