martes, 17 de noviembre de 2009

La vita non è sogno. Salvatore Quasimodo

Salvatore Quasimodo

La vida no es sueño (1946-1948)


Color de lluvia y de hierro

Decías: muerte silencio soledad;
como amor, vida. Palabras
de nuestras provisorias imágenes.
El viento se ha levantado liviano cada mañana
y el tiempo, color de lluvia y de hierro
ha pasado sobre las piedras,
sobre nuestro cerrado zumbido de malditos.
Todavía está lejana la verdad.
Y, dime, hombre quebrado en la cruz,
y tú, el de las manos hinchadas de sangre,
¿cómo responderé a aquellos que preguntan?
Ahora, ahora, antes que otro silencio
entre en los ojos, antes que otro viento
suba y otro rencor aflore.

La vita non è sogno (1946-1948)
Colore di pioggia e di ferro. Dicevi: morte silenzio solitudine; / come amore, vita. Parole / delle nostre provvisorie immagini. / El il vento s’è elevato leggero ogni mattina / e il tempo colore di pioggia e di ferro / è passato sulle pietre, / sul nostro chiuso ronzio di maledetti. / Ancora la verità è lontana / E dimmi, uomo spaccato sulla croce, / e tu dalle mani grosse di sangue, / come risponderò a quelli che domandano? / Ora, ora: prima che altro silenzio / entre negli occhi, prima che altro vento / salga e altra ruggine fiorisca.


Epitafio para Bice Donetti


Con los ojos hacia la lluvia y los elfos de la noche,
está allí, en el campo número quince, en Musocco,
la mujer emiliana que yo amé
en el tiempo triste de la juventud.
hace poco fue sorprendida por la muerte
mientras miraba tranquila el viento del otoño
agitar las ramas de los plátanos y la shojas
desde su gris casa de la periferia.
su rostro aún está vivo de sorpresa,
como sin duda lo estuvo en la infancia, deslumbrado
por el tragallamas alto sobre el carromato.
Oh tú, que pasas, empujado por otros muertos,
ante la fosa mil ciento sesenta,
deténte un minuto a saludar
a la que nunca se lamentó del hombre
que aquí queda, odiado, con sus versos,
uno de tantos, obrero de sueños.

Epitaffio per Bice Donnetti

Con gli occhi alla pioggia e agli elfi della notte, / è là, nel campo quindici a Musocco, / la donna emiliana da me amata / nel tempo triste della giovinezza. / Da poco fu giocata dalla morte / mentre guardava quieta il vento dall’autunno / scrollare i rami dei platani e le foglie / dalla grigia casa di periferia. / Il suo volto è ancora vivo di sorpresa, / come fu certo nella infanzia, fulminato / per il mangiatore di fuoco alto sul carro. / O tu che passi, spinto da altri morti, / davanti alla fossa undici sessanta, / fermati un minuto a salutare / quella che non si dolse mai dell’uomo / che qui rimane, odiato, coi suoi versi, / uno come tanti, operaio di sogni.


El falso y verdadero verde



Mi tierra está sobre los ríos ceñida al mar,
ningún otro lugar tiene voz tan lenta
donde mis pies vagan
entre juncos pesados de caracoles.
Cierto, es otoño: en el viento a jirones
las guitarras muertas levantan las cuerdas
sobre la boca negra y una mano agita los dedos
de fuego.
En el espejo de la luna
se peinan muchachas de pechos de naranjas.
¿Quién llora? ¿Quien azota los caballos en el aire
rojo? Nos detendremos en esta orilla
a lo largo de las cadenas de hierba y tú, amor,
no me lleves delante de aquel espejo
infinito: allí adentro se miran muchachos
que cantan y árboles altísimos y aguas.
¿Quién llora? Yo no, créeme: en los ríos
corren exasperados chasquidos de una fusta,
los caballos oscuros los relámpagos de azufre.
Yo no, mi raza tiene cuchillos
que arden y lunas y heridas que queman.


Da Il falso e vero verde (1949-1955) Le morte chitarre. La mia terra è sui fiumi stretta al mare, / non altro luogo ha voce cosí lenta / dove i miei piedi vagano / tra giunchi pesante di lumache. / Certo è autunno: nel vento a brani / le morte chitarre sollevano le corde / su la bocca nera e una mano agita le dita / di fuoco.// Nello specchio della luna / si pettinano fanciulle col petto d’arance. / Chi piange ? Chi frusta i cavalli nell’aria / rossa ? Ci fermeremo a questa riva / lungo le catene d’erba e tu amore / non portarmi davanti a quello specchio / infinito: vi si guardano dentro ragazzi / che cantano e alberi altissimi e acque. / Chi piange? Io no, credimi: sui fiumi / corrono esasperati schiocchi d’una frusta, / i cavalli cupi i lampi di zolfo. / Io no, la mia razza ha coltelli / che ardono e lune e ferite che bruciano.

S.Q.

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