Me gustan los manjares que se hacen a fuego lento, suelen ser exquisitos. Pero a día de hoy la velocidad, en lo que sea, suele llevarse la palma y la palmera (a toda velocidad se merienda la palmera macho ese intruso que es el picudo rojo, nada que ver con la política, no teman). Aunque lo precoz tenga tan mala prensa.
La velocidad que impide ver los paisajes en los trenes de alta velocidad y la velocidad con que caen hoy inmobiliarias y todo tipo de inversiones en el mercado de según qué valores.
No los valores que construyeron tan lentamente los derechos con la sangre de los obreros, no los valores de la ética y la estética de fraguar despacio un mundo más justo, más bello y más humano.
Sino los valores de una vida donde los sueños, los trabajos, los días , y hasta los amores (cómo no, ya no hace falta repoblar el mundo occidental de la posguerra, pero no lo digamos muy fuerte )son de usar y tirar.
Por eso en la fábula de la liebre y la tortuga todos los niños votábamos por la tortuga(nos costaba tanto escribir cien veces tantas tonterías inútiles) y no por esa liebre loca y sádica como Bugs Bunny , mascota de escuadrones y cocainómana (también para Lewis Carroll) antipática y presuntuosa que se echaba a dormir mientras la voluntad de la tortuga llegaba a su meta.
Voluntad o astucia. Como la astucia del ratón de campo frente al gran dinosaurio, y ¡ay! se despertó y el dinosaurio ya no estaba ahí.
Además, la libre siempre puede encontrar un buen acomodo en una sucursal de Play Boy, aunque en la vida pierda las metas, las suyas y las de otros.
¡Qué glamour! El de la tortuga. Y sin tirar ropa interior a ningún torero.
martes, 11 de enero de 2011
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La liebre ( libre a medias) siempre puede encontrar acomodo en una sucursal de Playboy, la liberta no creo nunca que estuviese interesada.
ResponderEliminarA mí me gusta la tortuga, porque es lenta, gordita y re...
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