viernes, 18 de junio de 2010

A la memoria de José Saramago

Ha muerto Saramago, estoy muy triste. Era una de esas personas que crees que nunca nos van a dejar, sólo es así en cierto modo. Nos "queda su palabra". Tuve la suerte de conocerlo personalmente hace años en la Fundación Alberti. Alguien dijo de modo un poco cínico "es un creyente". Y tenía razón, un creyente, en la humanidad, especialmente en su parte femenina, y pese a toda su sabiduría, en la posibilidad de ser mejores.

Tal como va el mundo, que hasta en la Fox citan a Marx, creo que es hora de adquirir canciones, de ampliar miras, de romper mitos y mitologías. Y entender que las canciones de algunos son de todos y para todos.

Le dedico mi poema más "bolchevique" de Dulcinea en Manhattan y lo acompaño de Grandola porque es una canción donde los fusiles se sellaron con flores.
José Saramago nunca será un muerto dócil sino un escritor vivo.





BOLCHEVIQUE


He tomado el Palacio de Invierno.
Se lo llevó un turista piedra a piedra
y lo dejó en el Bronx.
Lleno de zares muertos
como estatuas de cera
de la torre de Londres.
No sé por qué alguien dijo:
¡Bolchevique!
Como no tenía ganas
de escuchar a los muertos
discretamente los mandé callar.
Fueron dóciles, en el fondo,
los muertos son dóciles.
Tuve que abrir las ventanas
al frío sol de invierno,
tu amor no aparecía.
Y lavé la vajilla imperial
prácticamente a mano.
El sol entraba por la ventana
y los muertos se desintegraron.
Pero no encontré tu amor.
Con lo bien que hubiera estado amarte
en los jardines de recreo
sobre una bandera roja.

Verónica Pedemonte (Dulcinea en Manhattan, Kutxa Irún , 2002)

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