Estaba ardiendo con mi propio fuego
y llegué hasta la acequia de aquel samaritano.
- Dame agua - Es para otro, dijo. Y cerró el pozo.
Seguí caminando cada vez con más sed.
Recordaba tu cuerpo que sanaba mi herida,
y bebí de tus labios, es tan largo el desierto…
Al fin llegué a un oasis, ¿o era un espejismo?.
Yo era el fuego y el agua, la sed . Era la acequia,
el sol , las largas dunas, el espejismo y el oasis.
Era el bueno y el mal samaritano.
Verónica Pedemonte
Mínima estrella (Góticos)
miércoles, 15 de septiembre de 2010
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