lunes, 10 de mayo de 2010

La casa del pobre es como la mano de un niño

Como algunos han perdido definitivamente el único norte que de verdad importa , que es la brújula de su corazón, y han hecho mercadeo con la vanidad, con la dureza de corazón, con el olvido, y con el clasismo, vaya el siempre excelso R. M. Rilke con este poema:



La Casa del Pobre


La casa del pobre es como un sagrario.
En su interior lo eterno se cambia en alimento,
y al anochecer regresa suave
hacia sí, en un anchuroso círculo,
y se acoge en sí, lento, pleno de resonancias.

La casa del pobre es como un sagrario.

La casa del pobre es como la mano de un niño.
No toma lo que los adultos piden,
le basta un escarabajo con ornadas pinzas,
una piedra ovalada de rodar por el río,
la corrediza arena y las conchas sonantes.
Es como una balanza suspendida,
sensible a la más leve recepción,
oscilando largamente entre los dos platillos.

La casa del pobre es como la mano de un niño.

Es como la tierra la casa del pobre:
esquirla de un venidero cristal,
ya claro, ya oscuro, en su huidiza caída;
pobre cual la cálida pobreza de un establo, -
y no obstante están los anocheceres: en ellos es ella todo,
y de ella vienen todas las estrellas.

Rainier María Rilke

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