miércoles, 12 de mayo de 2010

Langue d'oc

Otro poema de Guillermo de Aquitania, aunque mi favorito es el de la pura nada.

Era una lejana época donde las leyes darwinistas se convirtieron en Cortes de Amor, y aunque Darwin no había nacido, la caverna aún animaba el corazón de algunos con la piedra en la mano, mientras otros, después de cruzadas crueles, descubrían eso de lo que hoy la mayoría aún no tiene noticia: el amor.
Todavía no había nacido tampoco Groucho y no podía decir aquello de "perdonen si les llamo caballeros, todavía no los conozco".
El Languedoc aún no se desangraba, aunque no tardaría mucho.



Guillermo El Trovador

Molt jauzens, mi prenc en amar

Canción IX

Lleno de gozo, me pongo a amar
un gozo al que quiero entregarme;
y, ya que quiero tornar al gozo,
bien debo —si puedo— tender a lo mejor,
y al mejor bien tiendo ahora, sin duda,
que pueda ser visto u oído.

Yo —lo sabéis— no debo jactarme
ni sé dedicarme grandes alabanzas;
pero, si un gozo pudo florecer,
debe dar más fruto que ningún otro
y resplandecer entre los demás,
así como se aclara un día sombrío.

Nunca se pudo imaginar cuerpo tan bello
con voluntad o con deseo,
con pensamiento o con fantasía.
Un gozo tal no tiene semejante,
y quien quisiera alabarlo como es debido
no lo conseguiría en un año.

Debe humillársele todo gozo
y cualquier otro amor someterse
a mi señora, por su gentileza
y por su bella y dulce mirada;
más de cien vidas vivirá aquel
que el gozo de su amor obtenga.

Por su gozo el enfermo puede sanar,
y por su ira el sano morir,
y el hombre sabio enloquecer,
y el bello perder su belleza,
y el más cortés volverse villano,
y el perfecto villano hacerse cortés.

Ya que no puede hallarse otra más gentil,
ni ojos pueden verla, ni boca celebrarla,
quiero guardarla para mí solo,
para refrescarme el corazón por dentro
y renovar mi cuerpo de modo
que no pueda envejecer.

Si mi señora quiere darme su amor,
presto estoy a tomarlo y a agradecérselo,
y a mantenerlo oculto, y a lisonjearla,
y a hablar y obrar según le plazca,
y a tener su prez en estima,
y a ponderar sus alabanzas.

No me atrevo a dirigirme a ella por medio de otro:
tengo miedo de que se enfade;
ni yo mismo —tal es mi temor a fallar—
me atrevo a declararle mi amor.
Pero ella debe escoger lo mejor para mí,
pues sabe que es mi única salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario