lunes, 3 de mayo de 2010

La metamorfosis de Dulcinea en Aldonza no se llama esquizofrenia

Los poemas no se explican, si un poema no se explica por sí mismo quiere decir que no cumplió su función, que hay un error. Los poemas no se explican pero a veces se tergiversan (término puede llegar a ser muy bello si se lo relaciona con verso, aunque no en este caso) y la culpa entonces no es un poema fallido de un poeta sino la ineptitud de la mente del otro. Sobre todo cuando para el poema se escogen palabras sencillas y perfectamente inteligibles. No podemos pedir a todo el mundo que comprenda una metáfora pero sí que entienda la metáfora porque la metáfora (aunque no sepan su nombre) es antiquísima.

Pues bien, a causa de este poema, o quizá por otras de mis acciones o discursos ininteligibles para algunos, he recibido alguna preciosa carta donde se me dice si me arrodillo de verdad delante de los mendigos,o si me creo un mesías. Vaya por Dios.

Si no viviésemos en un mundo cada día más plegado a la literalidad, donde algunos se las apañan con cien palabras y otros, en mejor situación, aprenden en su colegio miles pero su mente sólo usa dos conceptos, no ocurrirían estas cosas. Paso a publicar el poema y le voy apreguntar a la joven beata (título que escogí de una obra de Dante G. Rossetti )que si ella se arrodilla literal o simbólicamente, o es sólo su deseo de entender e intercambiar el lugar del otro lo que expresa,porque tal vez intuye que allí donde la condición humana cae todos caemos:




Beata

Me arrodillo delante de un mendigo,
deben creer que perdí la cabeza.
Yo sé más bien que gané la cabeza en combate
al Fondo Monetario Internacional
y la llevo mejor sobre mis hombros
que alguna vez María Antonieta.
Me arrodillo delante de un mendigo.
Le doy las gracias por ser él
el depositario de mis peticiones,
como si no tuviera bastante
con su piel marchita y sus zapatos.
Y le pido perdón por el lobo del hombre,
y por los crímenes del hombre.
Él me mira con indulgencia
como si no entendiera:
Éstos que llevan carnet de identidad
en la mano y N.I.F. en la cartera
son tan raros...
O quizá se diga:
¿Por qué no te tumbas conmigo
sobre la hierba?
O quizá se diga:
Déjame tu cartera y vete.
O quizá se diga:
Adelanta tu mano.
Adelanta tu mano como Dios
y sácame de las tinieblas.
Hazme Adán de nuevo.
Para que pueda volver a morder
la manzana del mundo
y escupirla.




Verónica Pedemonte Morillo-Velarde

Dulcinea en Manhattan, Premio Internacional Kutxa Ciudad de Irún 2002

No hay comentarios:

Publicar un comentario