jueves, 14 de mayo de 2009

Donde mueren los dioses

Donde mueren los dioses


Sobreponerse es lo que hace el pueblo, cuando el frío que amenaza con congelarle la conciencia se le clava en la carne como estalactita.
El ser humano no es ni bueno ni malo, querido Rousseau, no es bueno por naturaleza, porque esa palabra es asfixiante y ambigua, (tú deberías saberlo cuando encerraste a tus hijos en la inclusa), ni malo por genética, porque esa palabra peca de ingenua, “después de Auschwitz”.
Ya no quedan, papá, reuniones en Joanicó 32 95, y apenas quedan reuniones, y pronto de seguir así no serían necesarias las reuniones, porque han descubierto un método mejor para acabar con las reuniones, un método mejor y más sencillo que matar, anular las conciencias, así nadie tendrá que sobreponerse, indisponerse o anteponerse al Estado. Un ejército de seres inflados monocolor se aproxima. Han tomado papilla de reforma y comida sintética. Del pecho de la madre directos al embudo del Estado, edulcorados y edul-curados al aire medievalista del tercer milenio. Pata negra vacía para engañar la vista y el estómago. Cibergente para poblar y repoblar los espacios virtuales de América hasta Europa. Juegos del primer mundo, donde el mundo real es el tercero. Un perfume para la insatisfacción, una droga para la inanición, un estudio de mercado para el corazón. Juegos virtuales donde la vida no existe. Mi madre es un chip, tengo nostalgia de los cables que se enredaban a mi ombligo.
Es lo que hace el pueblo, Ariel Blue, informe e indefenso. Simio desnudo, todavía.
Busco la Isla, esa que decía Huxley. La mía es una isla imaginaria, con perras Pachas y seres de Farenheit que son un libro. Con Ray Bradbury que convierte a los marcianos en humanos, hoy que es tan necesario. Con el amor, invento sufí, como algo potencial. Quería hacerte partícipe de mi isla, pero tú Arsénico Blue, decidiste hace tiempo que el hedonismo era el menor de los males y el único recodo para no ser devorado por el minotauro. ¿Al fin te transformaste tú mismo en minotauro devorando doncellas y siendo devorado?. Un franquismo aburrido decidió que la única libertad estaba en el sexo.
¿Pero qué hacemos, ¡oh, Dios mío!, preguntándonos por la ética?¿Es que acaso nos esgrimimos en salvadores del mundo?¿No le quedó claro a nuestra generación que lo suyo era el antihéroe, tanto como a Nietzsche el anticristo?
¿Qué hacemos, nosotros, tan preparados, políglotas, petulantes, después de Nietzsche, de Freud, de Marx, de Einstein, de Auschwitz, de Hiroshima, y Nagasaki ( injusta elipsis ), de Jung, de Klein, de Sartre, de Beauvoir, de Jacques Kerouac, de Dolly y el socialismo de mercado*?
¿Qué hacemos ahora, otra vez medievales, sirviendo a los señores cibernéticos, después que el Renacimiento nos convirtió en dioses romanos de mirada mortal, de mente circuncidada, después de salir de las ciénagas ingenuas y oscuras y los asadores de la Baja y la Alta Edad Media? Nada que pueda perjudicar nuestra mala conciencia, que es la única que nos queda, y es la más chic de todas las conciencias. Nada que destroce nuestro estatus de hijos de nuestros padres, que ya es mucho vivir en democracia cuando ellos nacieron en el franquismo, y eso nos hace visiblemente superiores, aunque como papá trabajemos en una oscura oficina de la administración del Estado. Pero nos distinguimos, monos vestidos, por el enoooorme (más que el ejército de hormigas de la Marabunta) desprecio que derrochamos, y la mordaz indiferencia de un mundo sin Dios que habita donde mueren los dioses.

* Sólo cuando uno se paga su propia tortillita de camarones, es un hijo liberado que se vende a sí mismo, y el Estado ya no es padre ni padrastro.


V. P. Viaje circular.

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