Sopa de Letras
Me pasé muchos años esperando ver caer del cielo algún maná, pero el cielo me dijo que ya era suficiente, que había crecido y tenía que ganármelo yo, que arrancarle a la vida por la fuerza los éxitos o me atraería el tornado, como a la caravana de Julio César para llevarme volteando en círculos del viento a la marea. Que un enorme tsunami arrastraba hacia el fondo si no estabas alerta. Dijo que el árbol de la vida está lleno de frutos, pero sólo los valientes los consiguen. Que para subir había primero que bajar al fondo por un proceso de las leyes que organizan el Cosmos.
Me pasé muchos años contemplando el regalo de la luz en mis ojos, viendo pasar al tiempo que me parecía eterno. Sólo porque las aguas del Iguazú caen y caen en cascada parecen no tener fin.
Dijo que el árbol de la vida está lleno de frutos pero que primero hay que reconocerlos, y no tomar por fruto la baya venenosa de color refulgente. Que el bosque está lleno de arándanos pero que los dragones duermen entre las hojas y se alimentan de la inocencia y de la candidez, de la desidia y del hambre desmesurada. De la torpeza y de la ignorancia, y a esa sombra se crecen hasta ocupar el bosque. Al menos el bosque occidental porque los chinos pasean, a sus dragones alegres, por las calles, y tienen su año del dragón ,su fiesta del dragón y sus dragones en el té, la seda o la porcelana. Pero los nuestros, algo habremos hecho, no están de nuestro lado. Crecen con el veneno, se multiplican, nos acosan. Llegados a ese punto hacen falta varios San Jorges para acabar con los dragones. O una doncella fuerte que les ponga el pie en el cuello.
Algunos van paseando con sus dragones del brazo. Unos, por la Quinta Avenida o por la calle de Serrano los exhiben con un collar de brillantes al cuello y cara de franco* aburrimiento. Otros, los llevan arrastrando detrás con cara de pocos amigos y de tedio terrible. Hay quien se queda con el ojo del dragón aniquilado a modo de telescopio.
El cielo me dijo “ya está bien” y la vida me atrapó con su vorágine, que una mente de Oriente no se sustenta bien con el racionalismo de Occidente. Que ver correr los peces y no atrapar ninguno porque los peces sobran, hace que otros se los coman todos. Y yo al fin y al cabo era oriental del Uruguay*. Un pez de estuario demasiado dulce para aguas salobres. Que la sal me envenena y llevo una salina dentro. Esperando volcarse en una mesa de Occidente y sazonar los platos con esa sal del Sur llena de yodo.
¿Qué podía hacer una muchacha de prendas victorianas y educación anglófila, alimentada con papilla del sesenta y ocho, y comunismo poststalinista?
¿Qué podía hacer sin traicionar sus sentimientos, sin que la náusea la llevara a arrojar la sopa de letras existencialista?
¿Cómo digerir sin problemas ese pudin marxista judeocristiano, que me prepararon papá y mamá, sazonado con la coral y la moral católica del colegio y el uniforme de Sonrisas y lágrimas?
¿Qué tenía que ver el pudin con los arándanos, las bayas y los dragones?
¿Es que acaso se puede comer con el estómago demasiado lleno?
¿No buscan los dragones individuos bien alimentados?
Quizá fuera bueno, me dije, arrojar esa sopa de letras y empezar de nuevo.
Pero el maná no caía y yo tenía el estómago absolutamente vacío.
* Siempre con minúscula.
*La república uruguaya se denomina República Oriental del Uruguay.
V. P. Viaje circular de Venecia Gradiva
jueves, 14 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario