jueves, 11 de junio de 2009

Ciudad de las máquinas

Oración por las turbinas


No llores, corazón, te cantaré una nana,
te arrullaré en mis brazos como al recién nacido
o al soldado que viene después de la batalla.
Te cantaré una nana de esperanza
del pan y la cebolla, que resucita muertos
y hace andar a lisiados.
Que hace ver a los ciegos de amor
lo que no ven los cuerdos.
No llores, corazón, sigue adelante,
por el sendero recto hacia la meta,
mira que en los atajos está el lobo,
que los tratos brillantes se deslucen de pronto.
No fíes tu destino al amor de los hombres,
hijos de César los hay en todas partes.
Dios de dioses, canta y no desfallezcas,
en el mundo de la s rallada
del tamaño del dólar.
En este mundo sordo y frío
de las máquinas, donde
eres tan extraño como un ave del paraíso
en vuelo por Manhattan.

V. P.

Dulcinea en Manhattan Kutxa Irún 2002

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